partir del 2021 hasta 2025, todo lo cual muestra la
complejidad de las circunstancias económicas que debe
enfrentar el país.
Las últimas mediciones del mercado laboral muestran una
realidad complicada, pues a diciembre de 2020, el
desempleo afecta a 400 mil personas (5% de la población
económicamente activa, PEA); 5,1 millones de personas
bajo la categoría de subempleo, trabajador no remunerado
y otro empleo no-pleno (63% de la PEA); y tan solo 2,0
millones de personas con empleo adecuado o con garantías
sociales y económicas (37% de PEA) (INEC 2020). De tal
suerte que el trabajo informal, por su envergadura y
persistencia, dejó tiempo atrás de ser una cuestión
coyuntural sino más bien estructural. Según Arias, Torres y
Carrillo (2020), el empleo informal es mayor al 70% en el
período de análisis 2007 y 2019 y se mantiene más en las
zonas rurales con respecto a las urbanas, concentrándose
en las actividades tales como agricultura, comercio y
construcción, aunque no se evidencian grandes diferencias
entre hombres y mujeres.
Al reducirse considerablemente las fuentes de empleo
formales por la crisis sanitaria y al incrementarse las
ocupaciones informales de baja productividad y de bajos
ingresos personales y familiares, los efectos no podrían ser
otros que la creciente pauperización de los ecuatorianos, en
efecto, la incidencia de la pobreza nacional por ingresos
pasó de 22,9% en 2016 a 23,2% en 2018, 25% en 2019 y
32,4% en 2020. El nivel de pobreza extrema se ha ubicado
en promedio en 17,3% de la población en el período 2016-
2020 (INEC 2020). Según estimaciones de UNICEF (2020),
al terminar el 2020, la tasa de pobreza se incrementará en
10 puntos, añadiendo no menos de 1,8 millones de
ecuatorianos a la condición de pobres y no menos de 1,4
millones de ecuatorianos a la condición de pobres extremos.
En tal realidad, UNICEF hace una afirmación grave en el
sentido de que Ecuador ha duplicado el número de años
estimados para salir de la pobreza pasando de 8 a 19 años.
En materia fiscal, el déficit de todo el sector público no
financiero (SPNF), dada las pérdidas de ingresos fiscales y
la necesidad de incrementar gastos sanitarios y sociales
para enfrentar la actual crisis socioeconómica, llegó a -
5.937 millones de dólares al finalizar el 2020, desde un
déficit inicial de -3.200 millones presupuestados. Estos
crecientes niveles de déficit fiscal del SPNF han conducido
a un incremento considerable de las necesidades de
financiamiento público, las cuales pasaron de 10,5% del PIB
en 2018 y 2019 al 16% del PIB en el 2020 (FMI 2020a y
MEF 2020a). Evidentemente, esta magnitud de recursos
presiona a las autoridades gubernamentales para lograr su
financiamiento y termina ineluctablemente con el
incremento del endeudamiento público, así la relación
deuda pública consolidada llegó a 63,4% del PIB en enero
de 2021 (MEF 2021; FMI 2020a).
Con relación al sector monetario y financiero, los problemas
se expresan en la falta de liquidez en las empresas y en los
hogares, a lo que habría que añadir la pérdida de reservas
internacionales y su bajo nivel frente a la liquidez total. Los
problemas estructurales en el ámbito financiero se han
agravado por el alto grado de racionamiento del crédito
productivo, la mantención de altos costos del dinero
expresado en tasas de interés y en costos de comisiones
bancarias y, en general, por la exclusión financiera que
prima en el país (García 2019b).
En ámbito de la balanza de pagos, la cuenta corriente
terminó con un valor positivo de 2,5 mil millones de dólares,
luego de 3 años consecutivos de saldos negativos, pero hay
que entender que esta situación se debió a una caía
considerable de importaciones de bienes y servicios y una
baja de todas las cuentas de ingresos primarios y
secundarios internacionales (BCE 2020).
En octubre de 2020, el Gobierno Nacional contrató un
crédito de Facilidad de Fondos Extendida (EFF, por sus
siglas en inglés) por un valor de 6,5 mil millones de dólares,
a 10 años plazos y con una tasa de interés del 2,9%, con
una duración de 27 meses, cuyos objetivos son mitigar la
crisis socioeconómica del Covid-19 y asegurar la
sostenibilidad de las finanzas públicas. Como es conocido,
este tipo de programas se concentran en el ajuste fiscal y
en la sostenibilidad de la deuda pública, a través de la
reducción de la inversión pública y del gasto corriente, sin
embargo, tales medidas reducen la demanda agregada,
que, al complementarse con un manejo monetario
restrictivo, impacta negativamente en el dinamismo
económico de mediano plazo.
En definitiva, la crisis del Covid-19 ha profundizado la
recesión económica que venía desde 2015 (García 2019a),
ha provocado una ruptura de las principales cadenas
productivas (UCE 2020) y ha puesto en riesgo la cadena de
pagos y la disponibilidad de liquidez interna (ESPOL 2020).
Las alternativas de política económica se presentan muy
limitadas a partir del propio programa económico
fondomonetarista, tal como se mencionó en líneas
anteriores. A todo lo anterior habría que sumar la transición
política en la que está inmerso Ecuador, una vez que entre
en funciones el gobierno electro presidido por Guillermo
Lasso, a partir de mayo de 2021, en un contexto de crisis
disruptiva mencionada a lo largo de este documento y de un
claro fraccionamiento de las fuerzas políticas que actuarán
en la nueva Asamblea Nacional.
La propuesta: Agenda Económica de consenso
Luego de la exposición teórica sobre el consenso y el
conflicto y el análisis de la crisis disruptiva que sufre el país
en época del Covid-19, la propuesta es levantar una Agenda
Económica Consensuada que permita alcanzar al menos 4
grandes objetivos bajo la lógica de lo adecuado o suficiente:
1. La recuperación económica inclusiva y solidaria.
2. La superación de la insostenibilidad fiscal
3. El fortalecimiento de la red de protección social vigente
en beneficio de los sectores más vulnerables de la
sociedad ecuatoriana
4. La efectivización de un proceso de transición ambiental
mediante el cambio energético sostenible y el consumo
responsable de los ciudadanos.
Las estrategias para alcanzar estos objetivos deben
mantener un doble enfoque, en primer lugar, como parte de