de INTECNIA, partner exclusivo de Bitdefender en
el Perú.
➢ El caso más conocido en el Perú fue el ciberataque
a la naviera del grupo Maersk de Dinamarca. La
empresa fue víctima de ransomware de la variante
Petya.
➢ En el Perú hay dos tipos de detecciones de los
códigos maliciosos del tipo ‘miner’, que buscan
utilizar la capacidad de procesamiento de los
dispositivos de los usuarios para obtener
criptomonedas: a través de la modalidad del
cryptojacking y el minado directo desde la
computadora, laptop u otro equipo.
➢ A ello se suma otro código malicioso popular en el
Perú que es conocida como HoudRat. El RAT
(Remote Access Tool) está orientado al control de
equipos informático para permitir el acceso remoto
del ciberatacante.
En el actual entorno de pandemia, Perú fue afectado por
613 millones de intentos de ciberataque entre enero y junio
del 2020. En tanto, en Latinoamérica y el Caribe se elevaron
a los 15 mil millones, indica el informe de la plataforma
Threat Intelligence Insider Latin America 2020Q2 de
Fortinet, que recopila y estudia incidentes de ciberseguridad
en todo el mundo. Solo en el último trimestre, las empresas
han registrado un aumento considerable en los ataques de
"fuerza bruta" o intentos repetidos y sistemáticos para
descifrar algoritmos, adivinar credenciales enviando
diferentes nombres de usuario y contraseñas débiles de
correo electrónico, redes sociales y acceso a Wi-Fi, entre
otros. El crecimiento del trabajo remoto y la teleducación ha
reavivado el interés de los hackers en los ataques de ‘fuerza
bruta’. Con la transición masiva a la oficina y el aprendizaje
en casa, los ciberdelincuentes encuentran una importante
cantidad de servidores de protocolo de escritorio remoto
(RDP) mal configurados, lo que facilita este tipo de ataque.
Según datos del estudio titulado Clarity on Cibersecurity
(KPMG, 2018), que ha sido elaborado por la consultora
internacional KPMG en Suiza, nos señala que el 80% de las
juntas de directorios de las organizaciones consideran a la
ciberseguridad como una amenaza operativa; sin embargo,
solo 36% menciona el tema en sus reportes anuales.
El crecimiento vertiginoso de estos ataques cibernéticos
asociados al crimen financiero nos motivó para incluir en
este artículo, la evolución de sistemas antifraudes, al
respecto en el artículo denominado el impacto de los delitos
financieros de Shelley M. Hayes (2020), se afirma:
Independientemente de la industria, las
organizaciones han desarrollado algún componente
de programas antifraude. El uso de modelos de
aprendizaje de computadoras y los procedimientos
analíticos predictivos desarrollados para la detección
oportuna de patrones de transacciones y
comportamientos atípicos han resultado de gran
utilidad (pp.8).
Con el afán de descubrir y prever la criminalidad financiera,
muchas organizaciones se esfuerzan en tener una mejor
identificación conceptual entre el fraude y el delito
financiero.
Con el avance de la tecnología informática y su influencia
en casi todas las áreas de la vida social y empresarial, han
surgido comportamientos ilícitos llamados de manera
genérica delitos informáticos, que han abierto un amplio
campo de riesgos y también de estudio e investigación, en
disciplinas jurídicas y técnicas, pero especialmente en
aquellas asociadas con auditoría de sistemas o auditoría
informática (Ojeda & Arias, 2010, pág. 43).
Respecto a los términos de crimen financiero y
específicamente en la era cibernética Salim Hasham,
Shoan Joshi, y Daniel Mikkelsen (2019) , afirma: “El crimen
financiero generalmente ha significado lavado de dinero y
algunas transgresiones de orden criminal, incluyendo el
soborno y la evasión fiscal, que involucran el uso de
servicios financieros en apoyo de empresas criminales”,
asimismo "El fraude, por otro lado, generalmente designa
una serie de delitos, como falsificación, esquemas de
crédito y amenazas internas, que implican el engaño del
personal o los servicios financieros para cometer un robo"
(pp.2).
En nuestro país, se tiene un mayor uso el concepto de delito
financiero que al de crímenes financieros según el título x -
delitos contra el orden financiero y monetario del Código
Penal (1991), es por ello, que localmente se tiene tipificado
dentro de los delitos financieros más comunes, a los robos
y la clonación de tarjetas de crédito, cheques falsos, lavado
de dinero, fraude. En la actualidad, las líneas divisorias
entre el crimen y los delitos financieros están quedando
atrás, sobre todo por los insistentes y constantes ataques
cibernéticos en estos dos tipos de ilícitos que han sido
comentados y definidos, aunado con una dimensión cada
vez más sofisticada de estas organizaciones criminales en
su actuar delictivo.
Según información obtenida de LexisNexis risk solutions
(2018) en su artículo: True Cost of Fraud study, nos revela:
The World Economic Forum señaló que el fraude y los
crímenes financieros eran una industria de billones de
dólares, informando que las empresas privadas
gastaron aproximadamente $ 8,2 mil millones solo en
controles contra el lavado de dinero (AML) en 2017.
Los delitos en sí mismos, detectados y no detectados,
se han vuelto más numerosos y costosos que nunca.
En una estimación ampliamente citada, por cada dólar
de fraude, las instituciones pierden casi tres dólares,
una vez que los costos asociados se agregan a la
pérdida por fraude en sí (pp.5).
Según LexisNexis Risk Solutions (2018), esto busca poner
en alerta la catastrófica cifra de pérdidas ocasionadas por
estas organizaciones criminales, donde nos revela que hay
una relación de tres a uno en pérdidas por cada dólar
perpetrado criminalmente, dado lo que origina con
posterioridad estas estas actividades ilícitas al ser
asociados con la totalidad de los costos acarreados con
estas actividades criminales. Los crímenes financieros son
cada vez más sofisticados a medida que la tecnología se