Introducción
Los parques nacionales son considerados como un bien
público puesto que pertenecen al Estado y requieren de un
presupuesto para su sostenibilidad natural y financiera, pero
cuando este rubro es limitado hay que recurrir a la
contribución de sus visitantes con aportes que pueden tener
varias características, por ejemplo: voluntarios, donaciones,
establecidos bajo ley o decreto o autofinanciamiento.
Comprender este fenómeno ha llevado a someter a un
cuasiexperimento en campo sobre las aportaciones
voluntarias que podrían hacer los visitantes al Parque
Nacional Cotopaxi (PNC), ubicado en las provincias de
Cotopaxi, Pichincha y Napo, República del Ecuador. En
primera instancia es fundamental conocer el grado de
desprendimiento económico que está dispuesto hacer el
turista o visitante, nacional o extranjero, con su aporte a la
sostenibilidad del área natural. El estudio busca encontrar
la probabilidad de obtener más recursos, dependiendo de
las características del visitante: edad, nivel de ocupación y
de instrucción, procedencia, género, entre otras y,
particularmente, la taxonomía del aporte, si es voluntario, en
términos anónimos o de carácter recíproco.
Para comprender el comportamiento del aportante, es
importante aproximarse a las teorías de la conducta
prosocial y factores como el altruismo, la colaboración, la
voluntariedad y cómo estos elementos subjetivos se
materializan en acciones tangibles para el sostenimiento
económico de un recurso natural que requiere urgente
apoyo financiero y económico.
La conducta prosocial
Una característica básica del ser humano es acudir en
ayuda de otro como un valor intrínseco de la persona, no
siempre ocurre esto porque a veces afloran conductas
negativas que impiden su realización (Marín Escobar,
2014). El mismo autor hacer referencia que el detonante de
la conducta prosocial está influido por una serie de factores
como: religión, edad, sexo, nivel de educación, la cultura,
desarrollo cognitivo, entre otros. Para autores como
Eisenberg, Fabes y Spinrad (2006) y Martorell, González,
Aloy y Ferris (1995) la conducta prosocial puede ser
entendida como todo comportamiento social positivo de
carácter voluntario y beneficioso para los demás. Hay que
considerar que la conducta prosocial “se va desarrollando
en el individuo de forma progresiva, en interacción con otras
áreas cognitivas y de personalidad que pueden facilitar o
inhibir su desarrollo” (Calbo, González, & Martorell, 2001,
pág. 96), por esta razón debe ser educada y reforzada para
formar individuos con alto grado de empatía, solidaridad y
pertenencia.
Otra definición más sencilla es la que proponen Martorell,
González, Ordoñez y Gómez (2011), entendida como
“conducta social positiva” donde queda implícita la conducta
de ayuda, cooperación, intercambio y cumplimiento de
normas sociales y su desarrollo está ligado al aprendizaje
en el núcleo familiar o la relación entre iguales. En definitiva,
“la Conducta Prosocial es un concepto multidimensional,
cuyos comportamientos voluntarios están asociados a una
búsqueda de recompensas en las que ayudar, compartir,
consolar, cuidar y empatizar no sólo beneficia al otro, sino
que también beneficia a las personas que realizan dichos
comportamientos” (Correa Duque, 2017, pág. 6).
Finalmente, el comportamiento prosocial y el
comportamiento agresivo, son dos caras de una misma
moneda, es decir, son conductas modeladas por procesos
tanto cognitivos y emocionales influenciados por los estilos
de crianza (Cuervo Martínez, 2010).
cuando las personas buscan maximizar
únicamente sus ganancias, se dice que son proself
o con tendencia individualista, y cuando además o
en vez de eso incluyen entre sus disposiciones los
intereses de otros o la preocupación por los
resultados de un grupo en general, se dice que
tienen tendencias prosociales (Amaya-Durán,
Ballesteros, & López-López, 2014).
Según Auné, Blum, Abal Facundo, & Lozzia (2014), existen
varias perspectivas que ayudan a entender cuáles son las
motivaciones de la conducta prosocial. Desde el punto de
vista biológico, tomando como referencia el modelo neo-
darwiniano, la tendencia prosocial surge debido a que las
personas actúan en base a los valores que se van
heredando a través de las diferentes generaciones. Desde
otra perspectiva, dentro de la hipótesis de la empatía-
altruismo, no solo el egoísmo y el altruismo son las únicas
motivaciones de la conducta prosocial ya que además de
estos dos factores también intervienen el colectivismo y la
motivación moral. El colectivismo busca el beneficio común
y la motivación moral tiene como fin mantener el principio
moral e equitativo de manera general. Asimismo, una
investigación en torno a la participación y el mantenimiento
de las actividades de voluntariado ha demostrado que
existen seis motivaciones esenciales, estos son: valor
expresivo, comprensión, social (convivir con amigos y
familiares), de la carrera (realizar actividades que busquen
beneficiar a la carrera profesional), protección y mejora
(estar bien con uno mismo y así promover el crecimiento y
progreso individual).
Por lo general una conducta prosocial es determinada como
una conducta de una persona hacia otra con el objetivo de
ayudar a los demás, se define como una conducta
beneficiosa y colecturía hacia otras personas; y la misma
hace que se relacione con un desarrollo emocional y su
personalidad, de tal manera que obtiene acciones de ayuda
cooperación y altruismo. Y es así como la conducta
prosocial es la conducta voluntaria en donde engloba el
compartir, dar protección y apoyo. Una conducta prosocial
siempre va a ser posible cuando exista un acto de empatía
que tiene una persona hacia los demás, de tal manera que
la empatía suele tener más relación con la prosocialidad que
la empatía en sí. La empatía tiene varias respuestas una de
ellas es la afectividad, es decir, el poder diferenciar entre
destreza de tomar una perspectiva y un estado afectivo ante