valor de los bienes estaba determinado por la cantidad de
trabajo incorporado en su producción. El segundo es la
utilidad o aptitud de los bienes para satisfacer las
necesidades humanas, esta concepción dio lugar a las
teorías subjetivas del valor desarrolladas en profundidad
por los economistas neo-clásicos que fundamentaba el
consumo por las leyes del disfrute humano. (Castellano y
Goizueta, 2015; IICA, 2014). Por otra parte, según la Real
Academia Española, se habla de precio como “el valor
pecuniario o monetario en que se estima algo”; en cambio,
se denomina valor “al grado de utilidad o aptitud de las
cosas para satisfacer necesidades y proporcionar
bienestar”. Es decir, el valor no está en el producto sino en
la satisfacción de una necesidad (Riveros y Heinrichs,
2014).
Para que una cosa se convierta en bien o alcance la
cualidad de bien, deben confluir los siguientes elementos:
“Una necesidad humana, que la cosa tenga tales cualidades
que la capaciten para mantener una relación o conexión
causal con la satisfacción de dicha necesidad, debe haber
conocimiento por parte del hombre de esta relación causal
y poder de disposición sobre la cosa, de tal modo que pueda
ser utilizada para la satisfacción de la mencionada
necesidad (Menguer 1985)”
Con base a lo planteado por Menguer se puede analizar lo
siguiente: las necesidades de los individuos pueden
proceder de sus hábitos, impulso, voluntades y deseos, que
tienen la finalidad de mejorar su calidad de vida y hacerlo
sentir mejor, que una vez que se hagan presentes no
cualquier bien puede llegar a satisfacerlas, por lo que, este
bien deberá diferenciarse de otros bienes por sus
cualidades para poder mantener esa relación causal. El
valor se deriva del conocimiento hacia dichos bienes que
lleva a la conciencia de la significación que tiene para su
vida y su bienestar el poder disponer de ellos. Por otra parte,
si la demanda de este bien es mayor que la cantidad
disponible, estos bienes son valorados debido a su
escasez. Así, existen para el autor dos principios en la
valoración de los bienes, las diferencias subjetivas ligadas
en las significaciones y las diferencias objetivas ligadas a
las cantidades disponibles.
Cuando los sujetos se encuentran en una situación en la
que deben elegir entre un bien y otro para la satisfacción de
una necesidad estos se inclinaran por aquel cuya
satisfacción tiene para ellos la máxima importancia, el valor
está en la satisfacción de la necesidad y este es un juicio
que hacen los individuos sobre la significación que tienen
los bienes, no existe fuera del ámbito de su conciencia y son
de naturaleza subjetiva, no sólo cuanto a su esencia, sino
también cuanto a su medida (Menger, 1985), que es
mesurable según la escala relativa a cada individuo siendo
sinónimo de lo individual y personal. El proceso de
valorización de los bienes se traduce en “el conocimiento de
la distinta significación que tiene para los hombres la
satisfacción de las diversas necesidades y cada uno de los
actos concretos de la misma”, siendo ésta “la primera causa
de la diferencia del valor de los bienes” (Stavisky, 2018).
“Los valores no existen fuera de las relaciones sociales, de
la sociedad y el hombre es un concepto que por un lado
expresa las necesidades cambiantes del hombre y por otra
fija la significación positiva de los fenómenos naturales y
sociales para la existencia y desarrollo de la sociedad
(Gelavert Jardine, 2010, citado por Champredonde y
González, 2016)”.
Es de reconocerse que las cantidades de trabajo y los
medios de producción empleados para conseguir un bien,
muestran hasta qué punto fue razonable económicamente
la producción del bien, pero no pueden ser el elemento
determinante para calcular su valor.
La generación de valor en los bienes lo hace los sujetos
productivos y este es un reconocimiento de los individuos
por las significaciones de las cualidades de dichos bienes.
En las unidades productivas existe dos tipos de activos los
tangibles e intangibles, los primeros son a aquellos físicos y
materiales, los segundos son inmateriales, que están
basados en la información y el conocimiento, son difíciles
de identificar y cuantificar, porque abarcan elementos tan
diversos (Navas y Ortiz de Urbina, 2002), están localizados
en las personas, o bien se obtienen a partir de procesos,
sistemas y la cultura organizativa que poseen capacidad
para generar beneficios económicos ya sea en el presente
o en el futuro y que estos pueden ser controlados por las
unidades productivas (Steward, 1997; Brooking, 1997; Lev,
2003). Sus características específicas les hacen tener un
fuerte potencial diferenciador respecto de los competidores
(Salas, 1996). Elementos como la imagen de la empresa, el
conocimiento tecnológico, el capital humano, los procesos
de producción o la marca son variables con un peso cada
vez mayor en la explicación del éxito empresarial (Navas y
Ortiz de Urbina, 2002). Cuando el derecho está asegurado
legalmente, tal como ocurre con las patentes, las marcas
registradas, el activo se denomina propiedad intelectual
(Lev, 2003).
En la actualidad la fuente principal de las ventajas
competitivas de las empresas reside en sus conocimientos,
en lo que sabe, en cómo usa lo que sabe y en su capacidad
de aprender cosas nuevas (Scarabino et al., 2007), que se
pueden poner en uso para crear riqueza y generar valor
(Stewart, 1997; Scarabino et al., 2007). Existen diferentes
tipologías del conocimiento, pero la clasificación más
utilizada es la que lo divide en dos categorías explícito y
tácito (Nonaka y Takeuchi, 1995; Navas y Ortiz de Urbina,
2002): el primero es el conocimiento codificado, sistemático
y que es transferible a través del lenguaje formal, es objetivo
y racional. El segundo, es aquél que una persona,
organización, comunidad, tiene incorporado o almacenado
en su mente, en su cultura y es difícil de explicar. No puede
ser separado de las personas que lo poseen, tampoco
puede interpretarse ni codificarse fácilmente, dada su
complejidad y riqueza, puede estar compuesto por: ideas,
experiencias, destrezas, habilidades, costumbres, valores,
historia, creencias. La organización, si es de carácter tácito,
sería uno de los tipos de capital intelectual más estratégico
desde el punto de vista de que no es fácilmente sustituible
e imitable.