Introducción
La reaparición del concepto de Valor Agregado (VA) como
herramienta relevante que incrementa el valor de los bienes
promovido a través de políticas de industrialización
implementadas por el estado, reconocen el aspecto
retributivo del fenómeno, es decir, la creación de valor, pero
dejan de lado el redistributivo, que concierne a procesos de
reasignación de la renta económica a los diferentes actores
productivos (Castellano y Goizueta, 2015), siendo los más
marginados los pequeños productores que han sido
subordinados a la estructuración global dirigida por
producciones de escala y homogéneas hechas por grandes
empresas nacionales e internacionales que controlan el
comercio.
El valor agregado en la producción de bienes se enfocó
principalmente en procesar la materia prima para cambiar
el aspecto físico del producto y conservarlo en un envase o
empaque, dándole una mayor durabilidad y aumentando su
precio por cada etapa del proceso productivo, que fue visto
positivamente durante décadas posteriores a los 50 que
relacionaban la industrialización como algo bueno, moderno
y lo urbano como la forma ideal de vida, sin embargo, a
mediados de los 90 estas cualidades relacionadas a la
industrialización se vieron afectadas debido a los efectos
negativos de las mismas, problemas de inocuidad,
contaminación y degradación ambiental se volvían más
graves por estas industrias, que originaron una nueva
percepción en la sociedad sobre lo bueno y saludable de
este tipo de alimentos, generando cambios sociales
significativos y una apreciación hacia a lo tradicional y rural
por todos los elementos positivos que gira en su entorno
desde la producción y consumo de alimentos hasta su forma
de vida más amena con su entorno.
Lo rural está asociado a la rusticidad, vinculado a la
producción agrícola que se obtiene del campo, suele
distinguirse del mundo urbano en la intensidad y las formas
de relación entre el orden social y natural (Herrera, 2013),
que durante décadas se pretendió cambiar mediante la
modernización, la industrialización y las políticas
institucionales hacia un estado que pretendía quitar aquello
que se considera atrasado y subordinarlas a proyectos de
desarrollo económico y social de carácter nacional y global,
sin embargo, en esta era postindustrial, de información y
conocimiento lo rural se ha convertido en una necesidad
fundamental para los habitantes del mundo urbano, lo rural
es sinónimo de calidad y de salud, entre muchas de sus
connotaciones positivas, como ejemplo los productos y
alimentos procedentes de estos espacios son los que ahora
están demandando grandes sectores de población urbana,
(UCA, 2017), e incluso se está dando un fenómeno
particular que es la rurbanización, que consiste en el
desplazamiento de antiguos residentes urbanos hacia
poblados rurales de la periferia de algunas ciudades
importantes. “la oposición campo-ciudad contemplaba la
urbanización del campo y nunca a la inversa, la ruralización
de la ciudad” (Delgado, 1999).
Las empresas familiares rurales dan origen a una amplia
gama de productos de calidad, diferenciados con atributos
de valor asociados al origen, a la diversidad de las materias
primas o al método utilizado que se deriva de una práctica
artesanal procedente de sus ancestros, que tiene una lógica
distinta a la sola maximización de utilidades, si no
representa su forma de vivir y mantener la existencia de sus
empresas familiares. Estas producciones se contraponen a
la producción industrial en cuanto a escala productiva y a la
diversidad, se relaciona con conceptos de lo natural,
saludable, no contaminado, lo tradicional, que guarda una
estrecha relación con sus territorios, evocando una forma
de vivir, que se concibe como opuesta a la forma de vivir
urbana. Estos productos están dotados de una fuerte carga
simbólica contextual en el que los consumidores urbanos
pueden hallar contenidos simbólicos distintos según el
momento dentro de su ciclo de vida (Espeitx, 1996).
Existe una tendencia creciente por la demanda de
productos diferenciados y de calidad, debido a los cambios
en los hábitos de consumo que buscan bienes que no solo
proporcionen una vida más sana, más equilibrada y natural,
sino que también contemplen elementos sociales positivos
como funciones ambientales, comercio justo y factores
culturales anclados territorialmente, la valorización de estos
atributos intangibles está originando y consolidando nuevos
nichos de mercado para productos tradicionales vinculados
con su territorio (Espeitx, 1996; Champredonde, 2012;
Riveros y Heinrichs, 2014; IICA, 2014; Champredonde y
González, 2016), estas apreciaciones personales de los
individuos se basa en la satisfacción de las necesidades de
los individuos desde una perspectiva subjetiva.
Metodología
El estudio se basó en la revisión documental (Hernández et
al., 2020; Rojas, 2007; Torres y Navarro, 2007). Como
primer paso se hizo la reflexión sobre el material adecuado
y necesario para llevar a cabo el análisis del tema; segundo
se ordena de manera sistemática las ideas que surgen del
valor de los bienes; y tercero se identifica y señala la
relación entre los valores intangibles y la producción rural
con la finalidad de dar un mayor entendimiento de los
mismos y su contexto.
El enfoque cualitativo que se desarrolló durante el estudio
permitió profundizar, analizar y describir los factores que
determinan la gestión de la agregación de valor en la
producción.
El trabajo comprende varios apartados, en este caso se
expone una revisión documental y análisis a juicio crítico sin
trabajo de campo.
Análisis y revisión de literatura
El concepto de valor de los bienes se puede entender desde
dos perspectivas una es el valor económico que pueda
tener un bien, otra es un valor subjetivo que representa ese
bien para un individuo, el primer acercamiento a este
análisis fue hecho por Aristóteles que hacía la clasificación
de valor de cambio y el valor de uso. El primero es la
capacidad que tiene un bien de comprar otro bien, esta
interpretación dio lugar a las teorías objetivas del valor
planteadas por economistas clásicos, que entendían que el