Introducción
La pandemia por COVID-19 impactó tanto a nivel mundial
que provocó una crisis en dos sentidos, uno a nivel sanitario
y el segundo a nivel económico. De acuerdo con el Banco
de México (2021) y (Gralinski y Menachery, 2020; Liu y Saif,
2020; Cui et al., 2019), no se han podido cuantificar
realmente los estragos económicos, políticos y sociales y se
habla de que sus efectos podrían perdurar por más de una
década, pero toda crisis también puede convertirse en una
oportunidad.
Bajo este contexto los retos son grandes para el medio
empresarial, hoy por hoy las empresas de cualquier tamaño
que busquen permanecer y crecer en los mercados, deben
manejar opciones que les permitan alcanzar ventajas
competitivas sustanciales de una manera rápida y efectiva,
con una relación costo/beneficio positivo y compartiendo
riesgos. En ese sentido las empresas a nivel global están
recurriendo cada vez más a las alianzas estratégicas como
una forma de crecimiento. Más concretamente, se centran
en aquellas relaciones interempresariales que están
relacionadas directamente con la cadena de valor que
apoyan a mantener ventajas competitivas y maximizar el
valor de la empresa para los socios Quintero y Sánchez
(2006).
En este trabajo de investigación aborda lo último escrito
sobre los daños y estragos a nivel económico y empresarial
que dejó la pandemia por COVID-19. El objetivo general de
esta investigación es demostrar lo relente que son las
alianzas estratégicas ante el escenario post pandemia y
apuntalar a las empresas y fortalecer la economía mundial.
Panorama general por COVID-19
El mundo enfrenta una nueva crisis que amenaza con
hundirlo en una recesión tan grande o peor que la de 2008-
2009 de acuerdo con González y Flores (2020). Esta
inestabilidad económica es atribuida ordinariamente a la
crisis del COVID-19. Sin embargo, Rapoport y Brenta (2010)
plantean que el sistema económico quedó débil posterior a
la recesión de 2008-2009, aunque se implementaron
programas de flexibilidad cuantitativa que inundaron de
liquidez al sistema global, la reactivación productiva fue
mediocre. De lo cual, se concluye que el COVID-19 sólo
agravó la crisis de capital que ya existía en el mundo y fue
uno de los detonantes.
Ante este panorama de crisis y similar a la pandemia de
COVID-19, las economías a lo largo y ancho del planeta se
han cerrado y paralizado y las sociedades fueron entrando
en cuarentenas más severas y más prolongadas. Estas
medidas, tal como señala la (CEPAL) Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (2016), solo son
comparables a las tomadas en situaciones de guerra. A
pesar de que han transcurrido más de 2 años desde que
inició la pandemia, aún no se sabe cuánto más durará la
crisis que está generando ni la forma que tendrá la
recuperación o lo que muchos han dado en llamar la nueva
normalidad.
De acuerdo con la CEPAL (2020) se nota que una respuesta
rápida y decisiva tiene el potencial de reducir los impactos
negativos, y en cualquier situación, algunos de los métodos
convencionales de mercado podrían resultar insuficientes
para hacer frente a esta situación debido a la interrupción
de las operaciones productivas y la disminución
subsiguiente en la demanda.
En México esta situación no es diferente, las primeras
medidas emitidas por el gobierno federal para mitigar los
efectos de la pandemia afectaron a la población más
vulnerable, ya que las recomendaciones fueron orientadas
a que la mayoría de las personas se quedaran en casa, sin
embargo, la situación económica que se vive en el país,
donde la mayoría de la población trabaja en la informalidad
o “vive al día”, dificultó que esta medida fuera acatada del
todo.
Las medidas para mitigar, también se hicieron presente con
el cierre paulatino de comercios que se tipificaron como “no
esenciales” y que hasta el 31 de marzo 2019 de acuerdo
con datos de la Confederación de Cámaras Nacionales de
Comercio, Servicios y Turismo de México (Concanaco,
Servytur) ya se estimaba que el 65% de estos habían
cerrado y que el 80% de los hoteles presentaba inactividad.
En un mes de pandemia, en México ya se hablaba de la
pérdida de 243 mil 537 millones de pesos tan solo en el
sector del comercio, servicios y turismo.
La situación comenzó a tornarse compleja como lo
mencionan Guevara, M., & Marruffo (2021) después de que
a pesar de las medidas tomadas por el gobierno para evitar
contagios y que el sistema de salud colapsara. Algunas
empresas se resistieron a pausar sus actividades y otras
cometieron actos violatorios de los derechos laborales,
desde el despido de sus trabajadores hasta la imposición de
seguir laborando en actividades no esenciales e incluso
dando los de baja de los servicios de seguridad social que
por ley les corresponden, la crisis sanitaria ha destapado la
realidad en la que viven miles de empleados y
desempleados del país, la precariedad y la incertidumbre de
conservar sus empleos; ha mostrado lo mejor y lo peor de
los mexicanos.
Valenzo y González (2021) aplicaron una encuesta sobre
una muestra de 350 empresas mexicanas. Los resultados
indican que la capacidad de adaptación es factor de
competitividad en un rango regular, y concluyeron que las
empresas estudiadas debían incrementar el uso de nuevas
tecnologías y la planificación, no obstante dan evidencia de
la necesidad de crear estrategias en periodos de
contingencias internacionales.
La tensión que existe entre el gobierno y una parte del
sector empresarial, en plena pandemia donde son los que
menos resistirán la crisis debido a la capacidad y solidez de
sus empresas, solo nos demuestra la mezquindad de una
cúpula empresarial que ha sido privilegiada desde hace
mucho tiempo y que no permitirá tan fácilmente que su
posición cambie ni en tiempos de crisis.
Las empresas en México enfrentan un entorno muy
complejo derivado de la propagación del COVID-19 y las