a las necesidades actuales. En este sentido, la utilización
de redes sociales es relevante, para darse a conocer y para
comercializar, sin embargo, en las asociaciones de
producción agroecológica es fundamental contar con
espacios propios y adecuados de comercialización. Uno de
los retos de las organizaciones agroecológicas es la
utilización de la tecnología de punta, sobre todo, a través de
las redes sociales para ingresar en la virtualidad y a través
de ella, generar mercados alternativos. No por estar a tono
con la tecnología se debe perder el contacto y la relación
con la gente, es imperativo la “vinculación directa con los
consumidores de la biorregión, promoción de eventos
artístico-culturales, construcción de redes de cooperación
entre campesinos, artistas y otros miembros de las
localidades aledañas” (Merçon y Nuñez, 2016, p. 337).
La recuperación y el uso de tecnologías adecuadas, a fin de
no provocar un desgaste de la tierra en el proceso de
producción, convierte a los mercados agroecológicos en
espacios de socialización no solo de bienes y servicios, sino
también de intercambio de conocimientos tecnológicos. De
esta manera, se rompe con la dependencia de un mercado
tecnológico de importación desde los países
industrializados que promueven una agricultura industrial a
escala grande, mediana y pequeña. Es común ver en los
campos maquinaria agrícola industrial que, si bien ayudan
para la rotulación del suelo como parte del proceso de
producción, por otro lado, eliminan puestos de trabajo,
erosión del suelo y pérdida de la cultura de cooperación
como prácticas ancestrales expresadas en la minga, el
cambia mano, el randi – randi, entre otros. Los elementos
planteados son estrategias que deben conducir hacia una
economía para la vida, donde cada grupo humano,
organizado en: etnias, asociaciones, territorios, comunas,
tengan buenos con-vivires, sustentados en una armonía
holística, partiendo desde lo individual, en la comunitaria,
con la naturaleza y con el cosmos.
Por otra parte, desde la visión social, las organizaciones
agroecológicas encuentran también un pilar de
sostenibilidad en la economía popular y solidaria, cuyos
principios son: “(a) Subsistencia por la propia producción,
(b) Reciprocidad, (c) Redistribución, (c) Intercambio, (d)
Planificación” (Coraggio, 2011, p. 331), estos principios
“sustentan las armonías de los buenos vivires y la
construcción alternativa de nuevos modos de vida”
(Astudillo, 2020, p. 51). No hay que perder de vista que la
agroecología es una propuesta política alternativa al
sistema capitalista que ha promovido la agricultura
industrial, cuyo modelo ha agotado los recursos naturales y,
por lo tanto, evita posicionar como propuesta viable para
producir alimentos y combatir el hambre en el mundo. “No
hay duda de que la humanidad necesita un paradigma
alternativo de desarrollo agrícola, uno que fomente una
agricultura biodiversa, resiliente, sostenible y socialmente
justa” (Altieri, 2012, p. 68).
La sostenibilidad de las organizaciones agroecológicas, por
otro lado, radica en la construcción de una renovada
democracia cuyas prácticas puedan observarse desde lo
más pequeño, es decir, desde las familias y grupos
humanos que se reúnen para hacer una producción
alternativa, desarrollando nuevas relaciones superando el
patriarcado, tan enraizado en las familias, comunidades,
barrios, ciudades y regiones, para no profundizar el caos y
la violencia como advierte Toledo (2022):
El mundo moderno, basado en el capitalismo, la
tecnociencia, el petróleo y otros combustibles
fósiles, el individualismo, la competencia, el
patriarcado, y la ilusión de la democracia
representativa, lejos de procrear un mundo en
equilibrio, está llevando a la especie humana, a los
seres vivos y a todo el entramado planetario hacia
un estado caótico. (p. 13)
A tono con lo que se viene exponiendo, se puede decir que,
hoy, tanto los movimientos sociales y la agroecología,
requieren para construir nuevas democracias, desarrollar
cuatro tareas instituyentes:
En primer lugar, democracias directas, para
planificar con la gente, la economía y los servicios
(hay experiencias de donde partir). En segundo
lugar, legislar desde iniciativas populares, con
consultas y referéndums regularmente
establecidos. Lo tercero, administrar con sistemas
mixtos de trabajadores, electos y comisiones de
participación ciudadana, y la cuarta, evaluar de
forma continua con observatorios (y jueces cuando
sea necesario) la marcha de los procesos
anteriores (Villasante, 2017, p. 155).
En definitiva, la sostenibilidad organizacional agroecológica
se entiende desde perspectivas económicas y sociales.
Keller (2012) y Chiavenato (2004) definen la sostenibilidad
como lograr rendimientos positivos en lo económico, social,
ambiental y organizacional. La visión de Álava Atiencie
(2019) destaca la integración de variables para sostenerse
en el tiempo, respetando la naturaleza y rescatando saberes
ancestrales. Por su parte, Rocancio (2018) enfatiza en la
importancia de la planificación estratégica como
instrumento clave, involucrando a la comunidad para lograr
una sostenibilidad con sentido estratégico. La gestión de
recursos financieros y tecnológicos, junto con estructuras
organizacionales y culturales, son esenciales para
Marulanda et al. (2018), Rus (2019), Quiroa (2020) y
Villasante (2017). Finalmente, para la sostenibilidad
organizacional agroecológica implica también valores de la
economía popular y solidaria, rompiendo con el modelo
capitalista. Finalmente, para Astudillo (2020) la construcción
de nuevas democracias es esencial para garantizar la
sostenibilidad en todos los aspectos.
Metodología
El presente estudio es de tipo cualitativo-participativo,
centrado en la investigación-acción-participativa, debido a
que: se interviene en un contexto determinado para
implicarse en su transformación y se crea conocimiento (De
Oliveira, 2015), permitiendo el diálogo horizontal entre el
grupo investigado y los investigadores, promoviendo así la