Introducción
A través de los años, los mercados de abastecimiento del
Distrito Metropolitano de Quito (DMQ) se han caracterizado
por ser organizaciones tradicionales para hacer negocios
cuyo objeto es distribuir y comercializar productos y
servicios de primera necesidad (Dávila, 2018). Además, son
la base para el sistema de alimentación y debido a su
versatilidad representa también un conglomerado
económico, social y cultural (Vallejo, 2022). De esta
manera, los mercados promueven “la soberanía
alimentaria, la soberanía económica, el tejido social de la
población urbana y relaciones más equitativas con las
regiones de abastecimiento de alimentos” (Hollenstein,
2019). Por ende, los mercados constituyen microcosmos,
ya que dentro de éstos se producen transacciones
económicas que forman parte de una trama sociocultural y
que van mucho más allá del ámbito comercial; puesto que
se desarrollan dinámicas como interacciones, redes,
alianzas sociales, conflictos y consensos (Cuminao, 2006).
Los mercados del Ecuador han surgido en “procesos
socioeconómicos que se remontan al tiempo de los señoríos
étnicos y que se mantienen en las actuales prácticas de
vida” (Tobar, 2011). Asimismo, comprenden un proceso
sociohistórico de “correlación entre el género femenino y el
comercio en los mercados” (Cuminao, 2006), estableciendo
interacciones sociales como la comercialización, el uso del
espacio y las redes de parentesco y amistad. De esta
manera, uno de los principales mercados de la ciudad de
Quito se ubica en San Roque, cuya construcción se realizó
en 1951 durante la administración del alcalde José Ricardo
Chiriboga para organizar el comercio y la venta de
productos que llegaban a la ciudad (Herrera, 2014). Para
Moscoso et al. (2015), con el paso de los años este
mercado se ha establecido como un lugar importante de
concurrencia migratoria en Quito. Así también, allí se han
desarrollado modalidades heterogéneas de comercio,
trabajo y relacionamiento social que favorecen tanto a los
trabajadores precarizados, como a comerciantes que
buscan afianzar su negocio como un proyecto económico
familiar o de vida en la capital.
De forma similar, el mercado Santa Clara nació para regular
las ventas informales, el flujo vehicular, problemas
sanitarios y de inseguridad suscitados en el centro de la
ciudad. Actualmente, este mercado se conforma de 260
puestos comerciales que ofrecen productos de primera
necesidad, y por su ubicación, representa un imán
comercial al estar cerca de universidades, escuelas,
colegios y una gran cantidad de negocios (Molina, 2012).
Por su parte, el mercado La Floresta además de ser un
mercado agroecológico que fomenta un estilo de vida
saludable a través del consumo de alimentos orgánicos
(Quito Informa, 2020), se configura como un centro
amigable con el ambiente al generar luz con paneles solares
(Ortiz, 2020). No obstante, a pesar de su posicionamiento
como principales centros de abastecimiento en la capital
ecuatoriana, su funcionamiento se ha puesto en riesgo por
el aumento de la competencia y el crecimiento de los
mercados digitales. Por ello, es necesario que los mercados
modernicen su infraestructura y actividades, de modo que
se acoplen al mundo globalizado y se vuelvan más
competitivos.
Con el avance de la globalización se ha exigido un mayor
uso de la tecnología, pues a través de ella se accede
fácilmente a información y consumir productos y servicios al
no existir barreras de tiempo y espacio. Esta situación ha
dado paso a la era de la información, en donde la economía
y sociedad se fundamentan sobre las comunicaciones
digitales (Bermeo et al., 2019). Así surgen las Tecnologías
de la Información y Comunicación (TIC) como una
herramienta de apoyo en la comercialización al incrementar
la eficiencia, eficacia y generar valor agregado a las
actividades operacionales (Bernal-Jiménez & Rodríguez,
2019). Adicionalmente, las TIC contribuyen a impulsar la
innovación, el crecimiento económico, generar fuentes de
empleo, aumentar la productividad y potenciar la
competitividad (Ministerio de Telecomunicaciones y de la
Sociedad de la Información, 2019).
Por consiguiente, esta investigación busca analizar el nivel
de uso de las TIC en los mercados San Roque, Santa Clara
y La Floresta con el fin de comprobar si el uso escaso de
estas herramientas en los mercados no ha favorecido al
crecimiento de las actividades económicas de los
comerciantes. Cabe agregar que, durante el desarrollo del
presente trabajo se consideró relevante identificar el rol que
han tenido las TIC en el crecimiento económico del Ecuador
durante el período 2010-2020 a través de un modelo
econométrico. Los resultados sugieren la necesidad de
desarrollar un plan de capacitación sobre el acceso y uso
de las TIC para los comerciantes de los mercados.
Metodología
En esta investigación se implementó el método cuantitativo
con el fin de comprobar la hipótesis planteada; para ello se
tabularon las encuestas levantadas por el Proyecto Senior
2021 “Alternativas comerciales para la reactivación
productiva en los mercados representativos del centro-norte
de la ciudad de Quito, frente al COVID-19”. Con relación al
acceso y uso de las TIC se realizaron seis preguntas y
cuatro con respecto a la capacitación para la reactivación
productiva. En total, se realizaron 542 encuestas, de éstas,
402 en el mercado San Roque, 120 en Santa Clara y 17 en
La Floresta. Cabe destacar que, no se tomaron en cuenta
tres encuestas del mercado San Roque al estar vacías.
Adicionalmente, se realizó un modelo de regresión de
Mínimos Cuadrados Generalizados (MCG) con técnicas
econométricas de datos de panel para identificar el rol que
han tenido las TIC en el crecimiento económico del Ecuador
durante el 2010-2020. De esta manera, se recopilaron datos
de las cuentas provinciales publicadas por el Banco Central
del Ecuador. Asimismo, se tomó información de la Encuesta
Nacional de Empleo, Subempleo y Desempleo (ENEMDU)
y la Encuesta Tecnológica del Instituto Nacional de
Estadística y Censos. La base de datos propuesta para la
ejecución del modelo econométrico tomó en cuenta a las 23