Introducción
El 9 de enero del año 2000 Ecuador adoptó el dólar como
moneda oficial, de esta manera la economía ecuatoriana
perdió tanto su facultad de señoreaje, así como su
capacidad de ejercer cualquier política monetaria dentro de
la economía. Hasta ese entonces, el país se había
caracterizado por mantener inequidad social, altas tasas de
desempleo y pobreza. En 1982 se realizaron ajustes
económicos estructurales, no obstante, éstas medidas no
colaboraron a salir del estancamiento económico ya
descrito. De hecho, más adelante, esta situación se
agravaría con el conflicto bélico mantenido con el Perú y
finalizaría en el año de 1995, lo que en suma generó un alto
costo económico y social. Más adelante, Latinoamérica, y
consecuentemente Ecuador, se afectarían con la crisis
financiera internacional, generada en 1997, desde el grupo
denominado dragones asiáticos. A esto, en 1998, se
sumarían las inundaciones dadas por el fenómeno del niño;
más la caída, en 1998 y 1999, de los precios del petróleo
como resultado de las señales recesivas en el panorama
mundial. Todo este conjunto de shocks, tanto internos como
externos, desembocarían en la quiebra del sistema
financiero nacional, con el consecuente cierre de varios
bancos privados nacionales.
Así entonces, de acuerdo a las autoridades monetarias
ecuatorianas, en aquel momento, la dolarización sería la
medida adoptada para combatir la crisis que había
debilitado a la economía. Entre las ventajas que se
avizoraban con la dolarización, era reducir los niveles de
inflación a un dígito; y desde luego, esto se pudo notar de
manera inmediata, ya que Ecuador había alcanzado el
alarmante nivel del 96%, para luego pasar a una inflación
controlada de un dígito (Onur & Togay, 2014).
Consecuentemente, la medida adoptada generaría también
un ajuste a las tasas de interés, pues según el principio de
paridad, las tasas internas se ajustarían a las
internacionales (Krugman, Obstfeld, & Melitz, 2012); lo que,
efectivamente, permitió a la economía ecuatoriana una
mayor estabilidad frente al colapsado que había arrastrado
hasta el año 2000. En general, con la dolarización, el Estado
buscó estabilizar su crecimiento, fomentar la inversión
extranjera, mantener cierta austeridad fiscal, generar bajas
tasa de inflación y bajas tasas de interés, evitar el deterioro
de la capacidad adquisitiva de los ecuatorianos; y, entre
otras, facilitar la planificación a largo plazo, ya que se
realizarían mejores y más eficientes cálculos al momento de
realizar proyecciones.
Sin embargo, pese a la estabilidad económica que aporto la
dolarización, se asumirían también un conjunto de
desventajas, como la pérdida definitiva de la política
monetaria y, con ello, la capacidad para minimizar la
influencia de los shocks externos. Entre otras de las
desventajas se tiene la pérdida de un Banco Central como
entidad prestadora de última instancia de entidades
financieras o del mismo gobierno; situación que sería
bastante palpable en el contexto de una caída en el precio
del petróleo, recesión mundial o, en otras palabras, con la
contracción de liquidez en el sistema monetario nacional.
En el caso específico del sector externo de un país con tipo
de cambio fijo, la teoría macroeconómica indica la fuerte
influencia dada por factores externos, y por el mismo
proceso de globalización (Krugman, Obstfeld, & Melitz,
2012). De acuerdo a los argumentos críticos, bajo estos
casos, y en países con mercados pocos desarrollado y con
una matriz productiva primaria, “… los efectos se
transfieren, sin amortiguación, en mayores niveles de
desempleo o menores salarios” (Larrea, 2004). Para el caso
ecuatoriano, las fluctuaciones en el precio de las materias
primas y del petróleo han afectado a su estabilidad
económica y gasto público.
De ello, Ecuador, al ser una economía abierta al comercio
internacional, con la característica de no poseer moneda
propia, está atado a políticas gubernamentales de manera
limitada, esto debido a la cantidad de factores exógenos que
interactúan con la economía nacional como ya se mencionó.
Gracias a las diferentes herramientas cuantitativas, que son
aplicadas sobre los datos que brinda la balanza de pagos,
estadísticas de oferta monetaria y registro constante del tipo
de cambio, entre otros, se puede evaluar y determinar el
impacto de estas variables externas sobre la liquidez del
sistema monetario nacional y sobre el crecimiento
económico. En todo caso, el objeto de este trabajo no es
hablar de dolarización propiamente; sino más bien, dentro
de un contexto dolarizado, la intensión es analizar la
incidencia sobre la liquidez del sistema monetario nacional
que tienen las tasas de interés de Estados Unidos y Unión
Europea, tipo de cambio, activos de reservas y
exportaciones; y, plantear además, la incidencia de la
liquidez sobre el producto interno bruto; entre los años 2000
a 2016, por la confiabilidad de los datos existentes.
Marco teórico
El crecimiento económico ha ido evolucionando hasta
abarcar un conjunto muy amplio de conceptos y
definiciones. Desde la escuela keynesiana, la política
monetaria genera incidencia dentro del crecimiento
económico en el corto y mediano plazo. Además, esta
corriente keynesiana establece una relación directa entre la
liquidez y sector real de la economía (Krugman, Obstfeld, &
Melitz, 2012, pág. 455). Principalmente, ya que la cantidad
de dinero circulante se deriva de la preferencia por la
liquidez de los agentes económicos; de esta manera, el
dinero, además de ser numerario, se lo vincula con lo real
mediante el financiamiento requirente de una economía.
Los keynesianos sustentan que el aumento de la igualdad
distributiva del ingreso es propicia para incrementar la
demanda agregada, contribuyendo directamente al
consumo e inversión; por lo tanto, desde esta escuela
económica, la mediación estatal es apta para forjar
seguridad y crecimiento.
Por otra parte, desde una visión más clásica, Adam Smith
consideraba que el crecimiento de una economía se
caracteriza básicamente por ser un proceso endógeno,
circular y acumulativo. Estas condiciones desembocarían a
su vez en un cambio y trasformación estructural productiva,
donde el circulante monetario en cada país crece en
proporción a la fracción del producto anual. De hecho, Smith