Transculturalidad y envejecimiento. El rol del adulto mayor en el seno de la familia
Investigación y Desarrollo Volumen 9 2015 Julio - Diciembre 1 ISSN: 1390-5546
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ISSN: 1390 - 5546
ARTÍCULO RECIBIDO: 05/03/15
ARTÍCULO ACEPTADO: 03/06/15
TRANSCULTURALIDAD Y ENVEJECIMIENTO.
EL ROL DEL ADULTO MAYOR EN EL SENO DE LA FAMILIA
TRANSCULTURALITY AND AGING,
THE ROLE OF THE SENIOR ADULT IN THE FAMILY
Montserrat García-Oliva
Universidad Técnica de Ambato. Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación
RESUMEN
L
a vejez ha tenido una situación ambigua en el transcurso de los tiempos, tanto en relación a las imágenes culturales construidas, como en
el trato que las personas ancianas han recibido por parte de sus congéneres y en el papel que han desempeñado en el conjunto social. Las
distintas culturas los han tratado peor o mejor y los han visualizado con imágenes culturales más o menos positivas en función de la combi-
nación de diversos factores (posición socio-económica, origen, género, edad) entre los que la salud juega un papel determinante. El trato y el
papel que han desarrollado les ha llevado, en unas ocasiones, a gobernar y les ha llevado, en otras, a morir (la práctica del gerontocidio, al igual
que el infanticidio, ha estado muy extendida en sociedades de economía de subsistencia). Sin embargo, en el transcurso de los tiempos y en
diferentes lugares, las personas mayores, como el resto de las personas dependientes (niños, personas con capacidades distintas, enfermos) han
sido atendidas y cuidadas por el resto del grupo, en la mayoría de las sociedades y siempre que ha sido posible. Pero los adultos mayores no
siempre son dependientes y cuando no lo son, asumen un papel importante, a veces preponderante y decisivo, en las relaciones interfamiliares.
Se abordarán cuestiones como “la renta del afecto”, las relaciones entre primera y tercera generación, la práctica del gerontocidio, el papel
del cabeza de familia y del sistema de herencia, etc. El análisis se realizará a través de la perspectiva de género puesto que es evidente que, en
todos los casos, el rol desempeñado por los adultos mayores en el seno familiar es diferente entre hombres y mujeres. Así, se tendrán en cuenta
temas como la jubilación, la participación en el ámbito productivo y reproductivo de hombres y mujeres, el supuesto dominio de las mujeres
en el ámbito doméstico, etc. Las conclusiones reejan como existe una gran heterogeneidad de situaciones en el transcurso de la historia y
en diferentes lugares, como esta heterogeneidad está marcada por unas imágenes culturales que llegan a homogeneizar las actuaciones que se
tienen hacia los adultos mayores y el rol que éstos desempeñan en las relaciones interpersonales sociales y familiares.
Palabras Clave:
ambigüedad, ancianidad, gerontocidio, rol de la vejez, tranculturalidad
ABSTRACT
O
ld age has had an ambiguous situation in the course of time, even in relation with cultural images built, as in the way elderly people has
been treated by their family and the role played in their social group. Different cultures have treated them worse or better and have seen
them with cultural pictures more or less positive regarding the combination of different factors (socioeconomic position, background, gender,
age) in which health plays a determinant role. The treatment and the role played (by themselves) have led them to govern at times but also
to die in others (the practice of geronticide, the same as infanticide, has been very extended in societies of economic subsistence). However
elderly people and other dependents (children, persons with disabilities, sick people) have been attended and cared by the rest of the group, in
most societies, whenever it was possible, over the years and in different places. Adult people though, are not always dependent and when they
are not, they play a very important role, sometimes prevailing and decisive in interfamily relationships. In this study will be presented things
as “affective rent”, the relationships between the rst and third generation, genocide practice, the role of the head of the family but also the
inheritance. There are differences in the role played by adults inside the family between men and women so the analysis will be done through
the gender perspective. Therefore, it will be considered topics as retirement, the participation in productive eld and reproductive of women,
and the supposed command of women inside the domestic area, etc. Conclusions will lead us to see the existence of a big heterogeneity of
situations in the course of history and different places, how this heterogeneity is marked with cultural pictures that lead to make uniform the
acts they had to adult people and the role they developed in interpersonal, social and family relationships.
Keywords:
ambiguity, aging, geronticide, role of the elderly, transculturality.
Investigación y Desarrollo • Revista de Divulgación Cientíca y Cultural • Volumen 9 • Diciembre 2015 • PP 5 -14
• Dirección de Investigación y Desarrollo • U.T.A. • Ambato - Ecuador
Montserrat García-Oliva
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INTRODUCCIÓN
E
l proceso de envejecimiento recoge tres vertientes in-
herentes a este propio proceso. Tres vertientes que, a su
vez, incluyen multitud de diferentes facetas inmersas en otras
tantas visiones disciplinares. Por ello la multidisciplinareidad
y la interdisciplinareidad enriquecen cualquier problemática
vinculada a este proceso. Los teóricos y profesionales que ac-
tualmente estudian y trabajan sobre y con el proceso de enve-
jecimiento, se han puesto de acuerdo en un planteamiento irre-
futable: que dicho proceso de envejecimiento incluye aspectos
biológicos, psicológicos y sociales.
El artículo recoge, por un lado, el marco teórico transversal a
las aportaciones realizadas por las distintas disciplinas en rela-
ción al proceso de envejecimiento. Por otro lado, realiza apor-
taciones desde la gero-antropología, una sub-disciplina que
no ha sido muy desarrollada pero que, sin duda, enriquece el
cuerpo cientíco a través de su visión holística y transcultural.
S
in duda existen ventajas si se aplica la multi e interdiscipli-
nareidad para la resolución de diversas problemáticas. Las
ventajas se incrementan en el campo de las ciencias sociales y,
aún más, en el ámbito concreto del proceso de envejecimiento
donde se hacen imprescindibles.
La gerontología, una ciencia relativamente joven que estudia
este proceso, realiza un esfuerzo de unicación de criterios
que provienen de distintas disciplinas. Por el momento, ha
alcanzado la pluridisciplinariedad e, incluso, la interdiscipli-
nariedad pero está lejos de alcanzar el objetivo de la transdis-
ciplinariedad. Supone una dicultad unicar criterios dentro
del campo de las ciencias sociales pero, la dicultad es mayor
si lo ampliamos al campo de las ciencias naturales que se han
visto favorecidas política y económicamente desde el inicio de
la disciplina (López, 1990).
La preocupación por el envejecimiento es posterior a la preo-
cupación por la muerte. Ya en el siglo XVII y XVIII existen
avances teóricos relacionados con este proceso pero el estudio
académico de los adultos mayores no se inicia hasta la Edad
Moderna (Vega, 1990) cuando Quetelet y Galton nos aportan
sus estudios. Aunque el primero en utilizar el término “geron-
tología” es Meichnikoff en 1903 y en 1909, Nascher aporta
con el término “geriatría” (López-Jiménez, 1992). La primera
denición de “gerontología” viene de la mano de Rybnikov,
pero sus conceptos básicos no se desarrollan hasta la década
de los años 30 y no se consolidan hasta los 40 del siglo pasado.
Después de la II Guerra Mundial se establece como ciencia y
en los 60 aparecen los primeros Handbooks de Birren, Tibbits
y Burguess, los cuales, además crearán y divulgarán un nuevo
concepto: la Gerontología Social.
Es en los años 50, cuando se multiplican los Congresos que
centran su ámbito de interés en esta temática con una clara
visión multidisciplinar: Lieja, 1950; St. Louis, 1951; Londres,
1954; Murano y Venecia, 1957; San Francisco, 1960, etc.
(Lehr, 1980). También los organismos internacionales se ha-
cen eco de la necesidad de abordar el tema del envejecimiento
de una manera integral: ONU (1948, 1969, 1982), OMS (1977,
1980, 1984).
El ámbito académico también despierta su interés por las espe-
cializaciones gerontológicas. Los profesionales que se forman
en esta materias han sido rápidamente absorbidos durante -
cadas para la gestión de recursos y servicios dirigidos a adultos
mayores en el mundo occidental (Kalish, 1983) y desde hace
unos años en países de Latinoamérica y otros países en vías
de desarrollo. A la par, empiezan a surgir publicaciones espe-
cializadas de las que solo citaré algunas en español: Revista
Española de Gerontología y Geriatría, Enfermería Geriátrica
y Gerontológica, Revista de Gerontología, Minusval, etc. En
el ámbito internacional podemos destacar: Journal of Geron-
tology, Vita Humana, The Gerontologist, Aging and Human,
Researchon Aging, Gerontologia, etc. (Rodríguez, 1989).
Las diferentes disciplinas han aportado numerosas teorías que
enriquecen el marco teórico gerontológico. Difícilmente una
sola de ellas puede dar respuestas a la complejidad del proceso
de envejecimiento pero todas realizan valiosas aportaciones.
En el campo de las ciencias no-sociales debemos destacar los
estudios que provienen de la Medicina (Guralnik, 1989), de la
Biología (Birren & Schaie, 1990) y de la Psiquiatría (Carsten-
sen & Edelstein, 1987).
Dentro de las ciencias sociales, y aquí nos detendremos algo
más por ser parte de nuestra competencia, debemos resaltar las
aportaciones de la Psicología. Desde esta disciplina se hace un
esfuerzo en trabajar sobre la propia denición de su sujeto de
estudio: el viejo (Kalish, 1983), con una fuerte discusión entre
los que preeren la denición a partir de la edad cronológica,
la edad social, la edad biológica incluso los que deenden que
TEORÍA Y ESTADO DE LA CUESTIÓN
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“viejo es aquel que se dene como tal” (Kalish, 1983). Pero
viejo no solo es el que se percibe como tal, sino el que es per-
cibido así por el conjunto social. Aquí es donde aparecen las
primeras aportaciones sobre cuáles son los factores y, en qué
medida incidirán cada uno de ellos, en la denominación como
viejo a una persona determinada (García-Oliva, 1995).
Diversas sub-disciplinas y teorías abordan el tema del proce-
so de envejecimiento desde la psicología: Psicología del De-
sarrollo (Erikson, 1950), Psicología Evolutiva (Vega, 1990),
Teoría de la Personalidad, Estudios sobre Trastornos Psicoló-
gicos (Chary, 1989), Teoría de la Desvinculación (Cumming &
Henry, 1961), Teoría de la Actividad (Carstensen & Edelstein,
1987), Teoría de la Sub-Cultura (Fernández-Ballesteros, 1992),
Teoría de la Continuidad (Víctor, 1989), Estudios sobre Roles
(Keith, 1990), Imágenes Sociales y Estereotipos (García-Oliva,
1995), Apoyo Social (Carstensen & Edelstein, 1987), Institu-
cionalización (Hatchir et al.,1983) y Modelos Ambientales (Izal
& Fernández-Ballesteros, 1990).
La demografía nos aporta datos sobre el envejecimiento de la
población mundial (García-Oliva, 2007). Las estadísticas plan-
tean que en el 2025 la cifra de personas mayores de 65 años
se habrá triplicado en Europa y se convertirá en el 21% de la
población total. La Organización Mundial de la Salud (OMS)
aporta que, si bien en 1950 la población de más de 60 años
en el mundo era de unos 200 millones de personas, en 1975
había aumentado a 350 millones y se prevé que en el 2025 que
llegue a 1100 millones. Mientras que la población global habrá
aumentado un 102% en los periodos 1950-2025, el porcentaje
de personas de más de 60 años habrá tenido un incremento de
cerca del 224%. Además, los últimos datos apuntan que, en las
sociedades en vías de desarrollo, el proceso de envejecimiento
se está dando mucho más deprisa de lo esperado (Altarriba,
1992).
Los demógrafos nos dicen que son dos las razones más im-
portantes de esta transformación en la estructura social por
edades: la disminución de la natalidad y el incremento en
la longevidad y/o disminución de la mortalidad (Altarriba,
1992). Estas dos razones, que se traducen en un aumento de la
esperanza de vida al nacer, se ven reejadas en las pirámides
prospectivas sobre la estructura de la población mundial. Las
teorías catastrostas que surgen a raíz de estos cambios nos
llevan a un intento de culpabilización hacia los ancianos por
seguir viviendo. Podemos citar, por ejemplo, la Teoría Con-
ictivista de Marshall y Guillemard (Díaz, 1989). Pero a ello
se contraponen los que aportan datos sobre los cambios en la
pirámide de edad a partir de las migraciones, tanto porqué en
ciertas zonas la llegada de migrantes jóvenes rejuvenece la pi-
rámide –valga la redundancia- (Cabré, 1983) como en otros
ámbitos geográcos donde la geronto-migración la envejece
(Wiseman & Roseman, 1979).
La sociología, como el resto de disciplinas, también se plantea
quien es viejo y cuando se considera que alguien es viejo. Des-
de las aportaciones basadas solo en hechos cronológicos como
la clasicación de la OMS a la diferenciación entre diversos
tipos de envejecimiento como la realizada por Casals (1982)
que señala la desigualdad existente entre el envejecimiento
masculino y el femenino, y el envejecimiento en función de la
clase social o la profesión.
Pero la sociología también realiza aportaciones desde la teoría,
así podemos destacar: el Interaccionismo Simbólico (Bergere &
Luckman, 1988), la Teoría del Etiquetaje (Bazo, 1990), estudios
como Grupo Minoritario (Víctor, 1989), Teoría de la Estratica-
ción por Edades (Riley et al., 1972), Teoría de la Estraticación
Social de Clases (Mishara, 1986), Teoría del Medio Social (Gu-
brium, 1973).
El acercamiento a la teoría desde el tiempo lo realizaremos
a través de la historia. De Beauvoir (1970) creía que no se
podía realizar una historia de la vejez. Pero Minois (1987) y
Bois (1989) la desafían con un viaje a través de los siglos para
mostrarnos el papel que jugaron los adultos mayores en las
diferentes etapas históricas. Sin embargo, no es un tema que
haya interesado demasiado a los historiadores, salvo honrosas
excepciones, como Kehman, Troyansky y Stearnsy Laslett.
Según Minois (1987) este desinterés viene dado por qué hasta
el siglo pasado los viejos no habían constituido una categoría
social homogénea y aislable del resto de la sociedad. Ello hace
que sea difícil encontrar documentación explícita sobre esta
etapa de la vida. Los viejos solían asimilarse al grupo de adul-
tos ya que, en épocas pasadas, el ciclo vital se dividía en etapas
distintas a las que conocemos hoy por hoy.
Sin embargo, existen datos, la mayoría provenientes de la lite-
ratura, el teatro y el arte, que nos revelan las diferencias en la
situación vivida por los adultos mayores en las distintas etapas
históricas (Deví & Deus, 2004) y, a su vez, como hay un hecho
común, homogeneizante: en todas ellas existe una situación de
ambigüedad en el trato, las imágenes culturales y el rol desem-
peñado (García-Oliva, 1995). Así, dependiendo del contexto
histórico, los viejos han sido más o menos cuidados y más o
menos maltratados pasando de sociedades donde se les venera
a sociedades donde se les asesina. Se constata una práctica del
gerontocidio bastante extendida en sociedades de subsistencia
(De Beauvoir, 1970). Pero no todos los adultos mayores reci-
ben el mismo trato en la misma sociedad. Y ahí entran en juego
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una serie de variables que pueden determinar la categorización
social de una persona como viejo o no (García-Oliva, 1995).
Por último, la etnografía, nos ofrece también aportaciones
interesantes, algunas de las cuales han llevado a la formula-
ción de ciertos tópicos que todavía siguen vigentes. Redeld,
Tönnies y Durkheim (Hornum & Glascock, 1989) nos hablan
de como los viejos vivirían una “edad dorada” en las deno-
minadas “sociedades folk” y de cómo vivirían alienados y
en soledad en la “sociedades urbanas”. A partir de este punto
se inicia el comparativismo cultural dentro del marco de la
gero-antropología y que ha estado muy desarrollado por esta
ciencia. Pero frente a esta aseveración que, insistimos, toda-
vía se puede escuchar frecuentemente, se alzan voces que la
matizan. Según Fernández-Ballesteros (1992), los ancianos
eran aniquilados o venerados en las sociedades primitivas en
función de su estado de deterioro físico-psíquico, San Román
(1990) analiza esta problemática e hipotetiza sobre la posibili-
dad que el trato recibido por los mayores no deba medirse en
términos funcionales si no en términos de poder. De Beauvoir
(1970) respaldándose en los datos que nos ofrece los Human
Relation Area Files, revisados de forma extensa también en
1945 por Leo Simmons (García-Oliva, 1995), escribe que, a
menudo, existe una gran distancia entre los mitos creados por
una colectividad, sobre todo en las sociedades llamadas “pri-
mitivas” y sus costumbres reales. Puede existir una exaltación
de la vejez a nivel mitológico y, sin embargo, una marginación
e incluso una aniquilación dependiendo del contexto social
donde se encuentren. Existen también algunos estudios sobre
la situación positiva de la ancianidad en algunos países orien-
tales que redundan sobre esta supuesta veneración de éstos por
parte de otros grupos de edad (Maeda, 1980). También estas
conclusiones son discutidas posteriormente (Alba, 1992). Los
estudios basados en la comparación cultural sobre la situación
de los ancianos en distintas sociedades se amplían a través de
diversos autores (Fons, 1993).
Existen un par de revisiones sobre la Antropología de la An-
cianidad (Cohen, 1994) que nos aportan cuales son las princi-
pales teorías desarrolladas desde la disciplina antropológica o
utilizadas insistentemente por esta: Conicto Intergeneracio-
nal (Frazer, 1922), Ciclo Doméstico (Radcliffe-Brown, 1940),
Estudios de la Formalización de Grupos de Edad y Teoría de
la Estraticación por Edades (Meillassoux, 1985), Género y
Edad (Cohen, 1994), Ciclo Vital (Cain en Faris, 1976), Ritual
de Paso, vinculado al anterior, (Van Gennep, 1960), Teoría del
Intercambio (Víctor, 1989), Teoría de la Modernización (Cow-
gill, 1972), Teoría de la Identidad (Pujadas, 1993), Geronto-
logía Cultural (Keith, 1990), Teoría de la Marginación Social
(San Román, 1990), Teoría de la Ambigüedad (García-Oliva,
1995).
Los resultados de la revisión etnográca nos muestran también
esta situación ambivalente que sufren los ancianos en el seno
de las distintas sociedades observadas en el espacio. Nueva-
mente tenemos que hablar de ambigüedad.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
E
l marco teórico nos ofrece unas primeras conclusiones, tras
la revisión exhaustiva de numerosas fuentes documentales,
que nos permite armar que se da una situación de ambigüedad
en el trato recibido, el papel desarrollado y las imágenes cul-
turales predominantes de los ancianos en distintas sociedades
(espacio) y en diferentes momentos (tiempo). Además, existe
una categorización social de la vejez, distinta en cada una de
estas sociedades, que tiene que ver con el contexto histórico y
cultural. Decíamos, anteriormente, que viejo es aquel individuo
categorizado como tal. Y esta categorización se da en función de
una serie de variables, las cuales tienen un mayor o menor grado
de inuencia en esta clasicación e, incluso, pueden llegar a ser
determinantes.
En esta parte del artículo analizaremos este conjunto de varia-
bles. Una de ellas es el ámbito de procedencia. En un sentido
más amplio debemos tener en cuenta los efectos generacionales
y los efectos históricos, ya que lo que sucede en cada una de las
edades del individuo se encuentra relativizado por el momento
histórico que le ha tocado vivir y por la generación a la que
pertenece (Vega, 1990). Los efectos históricos, sin embargo, tie-
nen una menor relevancia y una evaluación más compleja que
los efectos generacionales. La perspectiva histórica es un marco
demasiado amplio para tener repercusiones directas en la vida
del individuo, a pesar que hay situaciones históricas que mo-
dican las condiciones sociales e interactúan de forma peculiar
en el desarrollo del individuo. Los efectos generacionales o de
cohorte son más objetivables. La generación es originalmente
un concepto demográco que se reere a aspectos sociales y
personales identicando a aquellas personas que han nacido en
un determinado periodo y que, en consecuencia, envejecen jun-
tas. Esta idea primigenia de “generación de nacimiento” se vio
ampliada posteriormente hasta llegar a incluir tipos de personas
que experimentaron o fueron expuestos a ciertos sucesos en un
periodo determinado, por ejemplo una guerra civil.
Otro aspecto importante en el ámbito de procedencia es la mar-
cada diferencia existente entre la situación familiar actual y la
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situación familiar vivida en la infancia y la juventud por los
adultos mayores. Los cambios estructurales en la familia han
sido importantes en los últimos decenios y han provocado si-
tuaciones diferentes, muchas veces impensables, de las relacio-
nes intergeneracionales. La instauración de la familia nuclear
–aunque algunos autores deenden que este modelo ha existido
siempre (Laslett, 1987) como modelo preeminente en la socie-
dad occidental produce una serie de cambios en las funciones
de cada uno de sus miembros. Además, se ha distanciado fre-
cuentemente la comunicación e interacción existente entre los
miembros de la familia pertenecientes a diferentes generaciones
(Rodríguez, 1989). El padre debe producir y preparar a los hijos
como fuerza de trabajo (Casals, 1982). Los hijos pueden formar
el propio núcleo familiar o simplemente abandonar el hogar fa-
miliar y organizarse separadamente. Además, hay cambios en
las formas de vida: reducción de la natalidad, la necesidad de in-
dependencia, de movilidad, la liberación de la mujer y el trabajo
fuera del hogar con abandono del papel reproductivo hasta el
momento asumido, de choque intergeneracional, de la pérdida
de respeto hacia los mayores, del tamaño de la vivienda dema-
siado pequeña para mantener en su interior familias extensas,
etc. Los adultos mayores, que quedan sin papel que cumplir,
permanecen en manos del Estado. Estos cambios afectan a muy
diversos aspectos como la disminución del número de matrimo-
nios, el aumento de relaciones pre-matrimoniales y la cohabita-
ción, el divorcio, el incremento de hogares con una sola persona,
el aumento de la natalidad ilegítima, la reducción del número de
hijos, el retraso en la edad de tenerlos, el incremento de abortos
(Díaz, 1989). Ello provoca una repercusión directa en el papel
que juega el anciano en el contexto familiar. Casals (1982) nos
ofrece dos perspectivas de análisis sobre esta nueva función de
rol o de no-rol.
La perspectiva funcionalista (Casals, 1982) dene que la so-
cialización primaria del niño y la estabilización emocional del
adulto son dos funciones básicas para conseguir que la socie-
dad funcione correctamente. Los niños deben ser integrados
en el sistema y los adultos tienen que ayudarse a través de la
interacción matrimonial. Además, la familia nuclear cumple
hoy día funciones que, en otros momentos, estaban a cargo de
la familia extensa, como son el cuidado de las personas depen-
dientes, el mantenimiento del hogar, etc. Evidentemente, cuan-
do decimos “familia nuclear” estamos hablando de la mujer
que es la que, mayoritariamente, asume este papel. La función
de los adultos mayores en este esquema es totalmente pasiva:
ser atendido. El enfoque marxista analiza el tema desde una
perspectiva de clase social. La familia tradicional tenía como
función importante la transmisión del patrimonio, función que
todavía se mantiene dentro de la burguesía y que dene dos
tipos de ancianos: los que tienen patrimonio y los que no lo tie-
nen. Esta perspectiva apunta que la familia tradicional extensa
ha existido en muy pocos casos y, además, ha estado ligada
a la transmisión patrimonial. Un ejemplo claro es el caso del
sistema de herencia catalán “l’hereu” (Barrera, 1990). Sin em-
bargo, entre las familias pobres, la necesidad alejaba los hijos
del hogar de liación.
A pesar de la clara tendencia hacia el modelo de familia nuclear
en la mayoría de países, otros modelos de familia se mantienen
en zonas rurales o en zonas que todavía no se han visto afectadas
por la globalización del sistema de vida occidental y capitalis-
ta. Es interesante ver como este modelo también puede sufrir
cambios cuando las condiciones del entorno se modican. Un
ejemplo claro es el que está viviendo España tras la crisis con la
revalorización del papel desempeñado por los adultos mayores.
Muchos de los núcleos familiares se han visto afectados por la
pérdida de trabajo de uno o varios de sus miembros. Ello ha
tenido como consecuencia inmediata la pérdida de la capaci-
dad adquisitiva y, a más largo plazo, la pérdida de la vivienda.
Diversos informes de organizaciones no lucrativas y del propio
Estado Español (Cruz Roja, 2012) nos muestran como son los
adultos mayores los que están ayudando a salvar la situación,
sea a través de sus pensiones, sea a través del reagrupamiento
familiar en sus domicilios.
Por otro lado, a pesar del papel asumido por el Estado con las
personas dependientes, los adultos mayores, preeren vivir en
sus casas y no ser institucionalizados (Rodríguez, 1989) y la
desatención por parte de las familias en el mundo occidental ha
sido seriamente cuestionado (Bazo, 1990). Volviendo al actual
contexto español es importante constatar cómo está aumentando
el número de plazas disponibles en centros residenciales para
adultos mayores y el regreso de estos al seno familiar debido
al impedimento de poder hacer frente a los costes del mante-
nimiento de las plazas. Nuevamente, debemos introducir aquí
la perspectiva de género, puesto que es la mujer la que asume,
mayoritariamente, el papel del cuidado. Ello supone, en muchos
casos, la pérdida de su independencia socio-económica y su
vuelta al rol únicamente reproductivo, al tener que renunciar a
su puesto de trabajo.
En relación a la variable red relacional, y a pesar de lo dicho
anteriormente, la familia sigue siendo el mayor apoyo para los
adultos mayores. Un ejemplo de ello es el papel que juegan los
cuidadores informales en los temas de dependencia. El adul-
to mayor ha vivido durante años en familia o en comunidad
y se ha hablado de un acuerdo tácito entre generaciones que,
sin duda, no puede dejar al margen cuestiones relacionadas
con el afecto y el altruismo y que tienen que ver con la Renta
del Afecto (Narotzky, 1991). Este acuerdo tácito beneciaria
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a ambas generaciones. Por un lado, los hijos reciben ayuda
cuando más lo necesitan y, a cambio, deben ofrecerla cuando
los padres lo necesitan a su vez. El tema del apoyo y el cuida-
do de quienes lo necesitan ha sido trabajado desde diferentes
perspectivas disciplinares (Comas d’Argemir, 1992). La asis-
tencia a los enfermos, dependientes, personas discapacitadas
en el hogar ha estado siempre en manos de la familia. Durante
unos años pareció que ésta podía ser substituida por el Estado
del Bienestar pero, poco a poco, se ha ido recuperando el dis-
curso de la familia como el mejor lugar en ofrecer este apoyo.
El cuidado de los miembros que lo necesitan, en el hogar, no
ha sido considerado como un trabajo por él mismo, se mezclan
aspectos relacionados con el instinto, la obligación moral y
hay tanto de trabajo, como de amor, tanto de sentimiento como
de actividad (Comas d’Argemir, 1992). Además, esta visión
naturalizada, casi biologista del porqué se perpetúa el apoyo
dentro de la familia tiene una vertiente importante. ¿En manos
de que miembros de la familia recae el cuidado de otros miem-
bros que demandan ayuda? Tradicionalmente en manos de las
mujeres de una forma totalmente mayoritaria. Sin embargo, en
ocasiones, esta ayuda ultrapasa las relaciones familiares más
estrictas y llega hasta las relaciones vecinales o de amistad.
El análisis de redes sociales se desarrolla en la década de los 50
del siglo pasado y se decanta, cada vez, hacia el estudio en el
ámbito urbano. Barnes (Hannerz, 1986) realiza un estudio so-
bre Bremmes, una pequeña comunidad noruega de pescadores
y granjeros concluyendo que la red relacional es más amplia y
estrecha en las comunidades a pequeña escala que en las más
complejas. Algunas investigaciones centradas en los adultos
mayores lo corroboran (García-Oliva, 1995). Pero, por otro
lado, en las comunidades más complejas el número de roles
desempeñados durante la trayectoria vital de una persona ma-
yor, son mayores y diversos. En la medida que se mantengan
pueden ayudar a un nivel de integración en la comunidad más
elevado. En sociedades rurales, que no necesariamente se asimi-
lan a menos complejas, la red social suele ser más intensa y dar
la sensación de más soporte inmediato y, en las urbanas, puede
llegar a ser más amplia y heterogénea.
La variable situación laboral juega un papel importante a partir
de la jubilación siendo el desencadenante, en muchos casos,
de la tendencia marginalizadora de la vejez. Es el punto de
partida de un camino sin retorno (García-Oliva, 1995). Hay
mucho escrito sobre los efectos de la jubilación obligatoria en
los mayores de 65 años, esta edad puede variar dependiendo de
la legislación vigente en los diferentes países. Hay seguidores
y detractores del hecho que la jubilación obligatoria exista, in-
cluso dentro del propio grupo de jubilados. Algunas personas
la esperan con ansia, otras se resisten a esta situación vivien-
do situaciones traumáticas en cuanto llegan a ella (Moragas,
1989). El paso a la jubilación es contradictorio, por un lado,
se arma que el adulto mayor tiene derecho a descansar des-
pués de muchos años de aporte de su fuerza laboral, por otro,
se le aparta del sistema productivo y se le relega a un papel
improductivo. Si esto se da en un sistema “taylorista”, y en
una sociedad que dene la participación económica como un
factor esencial de participación social, el camino hacia la mar-
ginación está claro (López-Jiménez, 1992).
Sin embargo, la jubilación no se da para todos igual. Solo es
concebible la jubilación en sociedades donde existe exceden-
te. En otras se da solo un cambio de actividad. Tampoco es
igual para las mujeres que para los hombres. En las sociedades
donde está más o menos clara la separación entre el ámbito
productivo y el reproductivo, y en las que no lo está también,
las mujeres viven de forma menos traumática este paso. En
algunos casos, el paso no tienen ni que darlo, puesto que si-
guen ejerciendo el mismo tipo de trabajo cumplan los años
que cumplan, si debe tenerse en cuenta el “síndrome del nido
vacío” con la salida del hogar de los hijos. Pero, en ocasiones,
los hijos vuelven y, en otras, traen a los nietos. En otros casos
si están ejerciendo la doble jornada, laboral y en el hogar, les
sigue quedando una de ellas, aunque se jubilen. La sociedad
en la que vives y el género juegan un papel importante en las
vivencias en relación a la jubilación, pero también lo hacen la
situación socio-económica y la salud. Una mala salud impide
seguir en el puesto de trabajo, una situación de reconocimiento
social y de poder permite seguir en él algunos años más, por
lo menos (García-Oliva, 1995). Algunas voces se alzan a favor
de formas de retiro exible y parcial (López-Jiménez, 1992).
Otro factor, en este caso determinante, de la categorización so-
cial del adulto mayor es la posición socio-económica. Uno de
los tópicos que homogeneizan a la vejez es que los viejos son
pobres, están enfermos y necesitan de recursos asistenciales.
Existen algunos estudios sobre ello (Casals, 1982). En los pri-
meros años de vida, si no ha existido el cobro de una herencia
o donación de bienes, los ingresos de los individuos son nulos
y es en la etapa de la madurez donde son más elevados. Con
la jubilación, si no se dispone de un gran patrimonio, la renta
personal sufre una reducción. Para paliar estos efectos los in-
dividuos pueden tomar diversas opciones: la constitución de
un patrimonio en bienes muebles o inmuebles, la cotización
para obtener una pensión privada y la inversión en los hijos
para que cuiden de él cuando llegue el momento, esta última
debido a los cambios estructurales y de mentalidad que hemos
visto anteriormente no se considera actualmente en la sociedad
occidental. Las formas que proliferan son una combinación de
la primera y la segunda opción.
Transculturalidad y envejecimiento. El rol del adulto mayor en el seno de la familia
Investigación y Desarrollo • Volumen 9 • 2015 • Julio - Diciembre • Nº 1 • ISSN: 1390-5546
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Hay, sin embargo, un grupo de adultos mayores que no deben
hacer planes de futuros. Los viejos ricos siguen ostentando
poder después de jubilarse. En muchas ocasiones ni deben ha-
cerlo puesto que son dueños de sus propias empresas y ellos
deciden cuando traspasan su posición a sus herederos. Los ar-
tistas e intelectuales reconocidos suelen mantener también su
posición socio-económica hasta el nal. Son individuos que no
dejan el control social que está en sus manos. Son individuos
que difícilmente serán considerados “viejos”.
Por último, el factor salud nos marca la diferencia. Cualquiera
de las combinaciones anteriores, algunas con mayor peso que
otras, nos llevarán a categorizar a un individuo como anciano.
La variable salud por ella misma puede incluirlos en esta cate-
goría. Pero ¿Cómo podemos denir el concepto salud? Duran-
te mucho tiempo se ha asociado como contrario a enfermedad
pero ya hace algún tiempo también que algunos cientícos han
luchado para añadir a la denición más médica otros aportes.
Los propios profesionales de la salud se han encontrado con
que la denición medicalista era insuciente. Han comproba-
do que hay situaciones inexplicables desde un punto de vista
siológico, tanto para los individuos que están aparentemente
sanos y que presentan cuadros clínicos de salud deteriorada,
como para individuos que teniendo que estar enfermos según
analíticas y determinación de constantes se encuentran perfec-
tamente bien. Frente a ello empiezan a darse explicaciones a
otros campos, primero más psicológicos, después más sociales
e, incluso, ideológicos. Desde la antropología de la salud se ha
aportado mucho en este sentido.
El proceso de envejecimiento se ha asociado a perdida de ca-
pacidades físicas y psicológicas pero lo primero que debemos
hacer es diferenciar entre envejecimiento normal y patológico.
Las modicaciones relacionadas con la edad no son enfermeda-
des, son pérdidas naturales de función que no aumentan nuestra
vulnerabilidad a morir. Pero sí existe un tipo de envejecimiento
que presenta patologías (Carstensen & Edelstein, 1987), algunas
de las cuales son más frecuentes entre los adultos mayores que
en otros grupos de edad, problemas musculo-esqueléticos, dro-
godependencias, demencias. Sin embargo, los cambios propios
del envejecimiento humano, muchos de ellos visibles a simple
vista, se han convertido en estigmas que han marcado a quien
los sufre. Un estigma que puede llevarles a que se asuma que
pertenecen a esta categoría de edad a la que nadie quiere llegar.
Un estigma que invalida el resto de variables que podrían jugar
a su favor.
Asociados al proceso de envejecimiento y relacionados con la
salud también existen algunos tabús. El más evidente es el tabú
de la sexualidad entre los adultos mayores. Si bien es cierto
(Comfort, 1991) que hay una serie de cambios en el proceso
de envejecimiento, climaterio en las mujeres y andropausia en
el hombre que, además, vuelven a marcar diferencias a nivel
de género puesto que afecta a la fertilidad, también lo es que
se puede disfrutar de una vida sexual plena hasta el nal de
los días.
CONCLUSIONES
L
as actitudes hacia los adultos mayores, el rol que desem-
peñan y las imágenes culturales desarrolladas sobre el co-
lectivo son heterogéneas. Esta diversidad, se da en sociedades
distintas en épocas distintas, pero también aparece en socieda-
des similares, e incluso en el seno de la misma sociedad.
La categorización social de viejo, anciano y, si queremos, del
eufemismo “adulto mayor”, se construye de manera distinta
dependiendo de la sociedad donde se desarrolle. Esta categoría
no se aplica a todos los viejos de la misma manera según la
propia denición. Viejo será aquel individuo que se concep-
tualiza como tal y que responde a una imagen cultural gene-
ralizada. La clasicación de la vejez no se basará en factores
exclusiva y únicamente cronológicos, psicológicos o sociales.
Las variables, posición socio-económica, género, edad, ámbito
de procedencia y sus combinaciones juegan un papel, en dis-
tinta medida, están ubicadas de mayor a menor inuencia en
el texto, para dicha categorización, siendo la variable salud, la
determinante para visualizar un individuo como viejo.
En la sociedad occidental la imagen cultural dominante de la
vejez es negativa, aunque se superponga a otras positivas, y
los medios de comunicación de masas juegan un papel deter-
minante en la obtención de un cariz paterno-compasivo. Esta
imagen negativa predominante no es exclusiva de la sociedad
occidental. La ambigüedad en torno a la valorización de la ve-
jez se ha dado en todos los tiempos y lugares en el transcurso
de la historia de la humanidad.
Cuando se categoriza a un viejo como tal se le aplica la imagen
negativa que lo acompaña. El individuo a quien no se le aplica
dicha imagen ya no será un viejo. Será otra cosa. Los mismos
ancianos no quieren admitir su categorización como tales.
Montserrat García-Oliva
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Montserrat García-Oliva
Investigación y Desarrollo • Volumen 9 • 2015 • Julio - Diciembre • Nº 1 • ISSN: 1390-5546
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ANEXO FOTOGRÁFICO
Trabajo de campo realizado en comunidades de sierra madre,
Oaxaca, México, 2009-2011.
Trabajo de campo realizado en comunidades de sierra madre,
Oaxaca, México, 2009-2011.