Cantú G / Enfermería Investiga, Investigación, Vinculación, Docencia y Gestión Vol. 8 No. 1 2023 (Enero Marzo)
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LA IMPORTANCIA DE LAS HUMANIDADES EN LAS CIENCIAS DE LA SALUD
THE IMPORTANCE OF THE HUMANITIES IN THE HEALTH SCIENCES
Guillermo Rafael Cantú Quintanilla1 https://orcid.org/0000-0002-3493-2207
1Profesor investigador. Coordinador del Doctorado en Bioética. Centro Interdisciplinario de Bioética. Facultad de Ciencias de la Salud. Campus México.
Universidad Panamericana, México.
2477-9172 / 2550-6692 Derechos Reservados © 2023 Universidad Técnica de Ambato, Carrera de Enfermería. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la
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Recibido: 03 de octubre 2022
Aceptado: 03 de diciembre 2022
El progreso científico y tecnológico ha aportado múltiples
bondades, pero los seres humanos pueden hacer mal uso de
esos recursos maravillosos, con cierto pesar se aprecia una
sociedad que se masifica, deshumaniza y despersonaliza. En
esas condiciones se pierde la identidad y en el peor de los casos
hasta los valores. ¿Dónde quedó la dignidad, naturaleza y
trascendencia?, que fácil es vivir atrapados por los recursos
digitales del internet o las redes sociales, que roban la capacidad
de admiración y reflexión, renunciando a lo específicamente
humano. En las Ciencias de la Salud ha ocurrido lo mismo, por
eso la necesidad de buscar esos lugares de encuentro y
meditación para extender el espíritu humano, ese estar a solas
consigo mismo, sin prisa, para cultivar la intimidad, enriquecer el
mundo interior, esos jardines de la inteligencia, la voluntad y la
afectividad (1).
En el quehacer del personal de salud y las ciencias de la vida se
busca realizar un buen diagnóstico del paciente o la afección que
está alterando la salud, para eso se hace el adecuado
interrogatorio, la semiología de los signos y síntomas que
presenta el cuadro clínico. Además, para verificar la impresión
diagnóstica se recurre a los estudios de laboratorio y de
imágenes, que permiten hacer diagnóstico diferencial. Con el
diagnóstico establecido se puede implementar la prueba
terapéutica para corregir el trastorno que altera la salud del
paciente. En la prescripción de fármacos se recurre a guías
internacionales sobre lo más empleado para dicha patología, se
dan las recomendaciones sobre la toma de medicamentos, la
dieta a seguir, los cuidados que deben tener y/o los ejercicios de
rehabilitación a practicar, si fuera el caso.
De lo anterior se puede concluir que se busca la verdad de la
enfermedad, del paciente para dar el tratamiento adecuado y las
recomendaciones necesarias para la recuperación y
rehabilitación. Ahora el cuestionamiento: ¿Por qué el miedo a la
verdad, del bien que el paciente y el médico tratante deben elegir
para alcanzar el fin de recuperar la salud? ¿Por qué inspira
desconfianza el hablar de la búsqueda de la verdad del bien en
el quehacer humano, como el bienestar de esta persona singular
y concreta? (2).
En cierta medida es confrontar al paciente en particular y/o su
familia con principios o normas universales válidas, mientras no
existan otras alternativas con mejores resultados: ¿No será la
medicina basada en evidencia, el buscar la verdad de lo que
ocurre en dicho paciente para hacer un buen diagnóstico, dar un
buen tratamiento, el ideal según la disponibilidad de los recursos
humanos, materiales y/o económicos? (3).
No sólo eso, si una vez dadas las indicaciones terapéuticas, al
citar nuevamente al paciente para dar seguimiento, se requiere
de la medicina basada en valores esperando que se hayan
implementado esas recomendaciones y medidas con la mayor
fidelidad, buscando recuperar su bienestar y su salud, o al
menos el control de síntomas o lo que le permita tener una mejor
calidad de vida.
Sin embargo, se ha confundido el dogma del relativismo
científico y el escepticismo filosófico con la duda como opción
intelectual, para desconfiar de la verdad del bien que se debe
elegir, para alcanzar la salud, para poder vivir con un adecuado
bienestar biopsicosocial (4).
No da lo mismo que el paciente viva la dieta prescrita que
prescindir de ella, o que el paciente se tome la medicación
adecuada de la forma oportuna que no hacerlo. Por tanto, existe
la verdad del seguimiento de la terapéutica indicada para
recuperar la salud o tener el control adecuado de la
sintomatología de una enfermedad crónica, en otras palabras,
una buena adherencia terapéutica. Repitiendo la pregunta, ¿Por
qué el miedo a la verdad del bien que se debe elegir para
alcanzar la naturaleza saludable?
Ese es justamente el papel de las humanidades en el campo del
saber y del hacer antropológico y no sólo en la medicina y la
salud, para conseguir esa verdad tanto en el plano especulativo
como en el práctico, de los que se debe hacer para alcanzar el
bien ontológico y moral, el bien ser y el bien hacer de la persona
(5).
Si todo lo anterior se realiza una y otra vez, con cierta frecuencia
o periodicidad, se llegan a formar sólidos hábitos operativos
buenos o virtudes, tanto especulativos como morales,
propuestos hace muchos siglos por grandes pensadores como
Sócrates, Platón o Aristóteles, de esta manera las virtudes
intelectuales de la ciencia, el arte, la sabiduría y la prudencia que
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perfeccionan la inteligencia creativa del ser humano y lo
ennoblecen, con el ejercicio adecuado de las virtudes morales
donde reaparece la prudencia con la justicia, la fortaleza y la
templanza (6,7).
No existen enfermedades sino enfermos, cada persona en su
singularidad, iniciativa y apertura encarna una patología que
pide un tratamiento. En el horizonte epidemiológico cuan
benéfico resulta educar en salud, para prevenir muchos de los
padecimientos que se pueden adquirir, aquí también juega un
papel fundamental el cultivar las humanidades por el personal
de salud.
Se debe resaltar en el personal de salud la capacidad de
reflexionar sobre las facultades humanas, naturaleza,
perfeccionamiento, origen y finalidad, el descubrir sus
posibilidades, normas y deberes que les dan plenitud. La
necesidad de redescubrir la naturaleza relacional, por la
indigencia ontológica y social, ya que se requiere de los demás
para alcanzar la felicidad de amar y ser amados
La inteligencia se perfecciona con la búsqueda de la verdad,
entendida como la adecuación del entendimiento a lo real, que
se expresa en el juicio, en el entendimiento humano que es
medido por la realidad, donde la ética vino a salvar a la filosofía,
en un mundo dominado por la tecnocracia. Algunos han ido más
allá al decir que es la bioética, la reflexión moral sobre las
manifestaciones de la vida, lo que ha conseguido ese rescate del
mundo de las ideas. Sin embargo, vemos hoy una bioética
atrapada por un principalísimo anglosajón, donde no cabe la
reflexión sobre los bienes y los deberes (8).
Cabe señalar que el principialismo es una de las corrientes de la
bioética y dentro de esa postura hay diversas formulaciones de
principios, como lo hace el personalismo que considera el
principio de la defensa de la vida, el de totalidad o principio
terapéutico, el de libertad, responsabilidad, solidaridad y
subsidiariedad; o el principialismo europeo más acorde con la
cultura occidental que considera los principios de dignidad,
integridad, autonomía y justicia frente a la vulnerabilidad del ser
humano (9).
Actualmente permanece la ética de la tercera persona, donde se
justifica un comportamiento por el seguimiento calculador de
unos principios, algo extrínseco al individuo y perdiéndose la
ética de la primera persona, donde se perfecciona los seres
humanos, un saber jerarquizar adecuadamente la diversidad de
bienes por los que se puede optar, con la orientación del juicio
de la razón práctica y la ley moral natural, para encausar nuestra
posibilidad de elegir en sentido teleológico, siguiendo la
estructura finalista de la actividad libre del ser humano (10).
Lo anterior permite conquistar una libertad no sólo operativa y/o
de posesión sino ontológica, cuando el ser humano se decide a
ser mejor, con la adquisición de las virtudes intelectuales y
morales ya antes mencionadas, ese hacer porque quiero lo que
debo, en busca de la autoestima perdida, asumiendo los méritos
de una responsabilidad coherente y trascendente.
En ltiples ambientes se manipula a la persona con una
postura racional, contraria a los ideales de la justicia, el bien
común, la solidaridad y/o de la subsidiariedad, que hacen
disfrutar de todo lo bueno, lo verdadero y bello de la vida aquí y
ahora, en el hoy del libro de nuestra propia existencia y su
motivación valorativa.
Frente a una mercadotecnia que propone e impone con
frecuencia el querer lo que no se debe, la negación de sí mismo,
sembrando indiferencia, apatía y mediocridad, sólo una voluntad
bien educada con las humanidades descubre la felicidad que
produce la satisfacción de un deber cumplido, un servicio
diligente y generoso.
Autor de correspondencia: Guillermo Rafael Cantú Quintanilla. Correo electrónico: gcantu@up.edu.mx
REFERENCIAS
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10.30444/CB.38
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5. Klugman CM. Medical humanities teaching in North American allopathic and osteopathic medical schools. Journal of Medical
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7. Zagarzazu Guerra OR, Bracho de López C. Las virtudes de la diligencia, servicio y responsabilidad en el actuar ético de la
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2008; 2:239251. Available at: https://hrcak.srce.hr/37134
10. Pastor LM. De la bioética de la virtud a la bioética personalista: ¿una integración posible? Cuadernos de bioética. 2013;24,1:
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