Toaquiza T/ Enfermería Investiga, Investigación, Vinculación, Docencia y Gestión Vol. 8 No. 2 2023 (Abril – Junio)
74
INTRODUCCIÓN
La emergencia sanitaria ocasionada por el COVID-19 ha
generado un reto inmenso para todas las personas en el mundo,
a principios de diciembre de 2019, se presentaron los primeros
casos de neumonía de origen desconocido en la ciudad de
Wuhan República Popular de China, dicho agente causal fue
identificado como nuevo ARN con envoltura, betacoronavirus 2
(SARS-CoV-2), virus causante de la enfermedad COVID-19 (1).
La enfermedad COVID-19 se propagó por todos los continentes
del mundo, por esta razón, la Organización Mundial de la Salud
(OMS) declaró el 11 de marzo del 2020 a la COVID-19 como una
pandemia, generando un aviso a todas las autoridades de los
diferentes países a tomar medidas necesarias para evitar el
incremento del número de casos, además sugirió incrementar
recursos de control ante la mayor emergencia de salud pública
(2). Con relación a lo anterior, una medida que se implementó
para evitar la propagación de la COVID-19 fue el confinamiento
en casa, lo cual provoco que muchas personas durante la
emergencia sanitaria no realizarán ningún tipo de actividad física
incrementando conductas sedentarias, aumentando de manera
significativa el número de personas con riesgo de padecer
enfermedades metabólicas y sistémicas (3).
Una de las enfermedades metabólicas más frecuentes es la
obesidad “descrita como una epidemia mundial” (4), se define a
la vez como la acumulación excesiva de tejido adiposo
depositado la mayor parte en la fascia superficial y perivisceral,
suele ir acompañada de aumento del tejido muscular y sistema
esquelético (5). Se clasifica de acuerdo con la distribución de
grasa y tiene un fuerte impacto por su asociación con factores
predisponentes para desarrollar otras enfermedades (5), entre
ellas se encuentra la adiposidad central o también denominada
obesidad abdominal, la cual se produce por el aumento de flujo
de ácidos grasos libres al hígado, lo que provoca la liberación de
lipoproteínas de baja densidad (VLDL) a la sangre, el aumento
de las VLDL asociada con la reducción de la actividad de la
lipasa de lipoproteína producen hipertrigliceridemia, esto
provoca la mayor degradación de las lipoproteínas de alta
densidad (HDL) generando que las lipoproteínas de baja
densidad (LDL) tengan un aspecto más denso, el aumento de
LDL en la sangre provoca hipercolesterolemia, los tres aspectos
mencionados constituyen la “tríada de dislipidemia aterogénica,
característica del síndrome metabólico y la resistencia a la
insulina” (6,7).
La obesidad y la adiposidad abdominal están estrechamente
relacionadas con múltiples enfermedades como la diabetes
mellitus tipo 2 (DMT2), enfermedades cardiovasculares,
hipercolesterolemia, hipertensión arterial, asma y cáncer (8).
Según los reportes de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), en 2016 había alrededor de 340 millones de niños y
adolescentes entre edades comprendidas de 5 a 19 años con
sobrepeso u obesidad, “la prevalencia del sobrepeso y la
obesidad de niños y adolescentes ha aumentado de forma
espectacular, del 4% en 1975 a más del 18% en 2016. Este
aumento ha sido similar en ambos sexos: un 18% de niñas y un
19% de niños con sobrepeso en 2016” (9).
Así mismo, el Panorama de la Seguridad Alimentaria y
Nutricional de la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura, asegura que “la obesidad se ha
convertido en la mayor amenaza nutricional de América Latina y
el Caribe, casi uno de cada cuatro adultos es obeso y el
sobrepeso afecta al 7,3% (3,9 millones) de los niños menores de
5 años, una cifra que supera el promedio mundial de 5,6%” (10).
De acuerdo con el último informe del Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos (INEC) en 2018 en Ecuador el 35,4% de
niños en edad comprendida entre 5 y 11 años padecen de
sobrepeso y obesidad y por área de residencia el porcentaje a
nivel urbano fue de 36,9% y a nivel rural fue de 3,6% (11).
En China se realizó un estudio con 15.364 participantes de 15
años o más, en el que se obtuvo la prevalencia de obesidad
abdominal en 10,2%, con porcentaje de 8,6% en varones y
11,3% en mujeres respectivamente (8). De igual manera, un
estudio realizado en España donde participaron 8.140 escolares
y adolescentes de 6 a 15 años, se estimó que el 35,9% de
estudiantes presentaban adiposidad central y el 4,1% de los
escolares pese a tener un peso normal presentaban criterio de
obesidad abdominal (12).
En la infancia y adolescencia los factores de riesgo que
predisponentes a presentar obesidad u obesidad central son los
malos hábitos alimenticios, práctica escasa de actividad física y
aumento del sedentarismo (5). Es frecuente que en esta etapa
los escolares y adolescentes prefieran consumir alimentos de
precio accesible elaborados con alto contenido calórico y
reducido valor nutricional, entre ellos el consumo de bebidas
azucaradas y alimentos procesados que han reemplazo los
hábitos nutricionales saludables (13). Según Gil (5) “la práctica
insuficiente de actividad física ocasiona menor gasto energético
y mayor retención de calorías en el día, lo que provoca un
desequilibrio en proporción con la ingesta”, considera necesario
la limitación del tiempo dedicado a observar la televisión,
videojuegos, el uso de celulares y otros aparatos electrónicos.
Por todo lo expuesto anteriormente, el presente estudió tiene
como objetivo determinar la adiposidad central en escolares y
adolescentes en el período de la pandemia por la COVID-19.
METODOS
Se realizó una investigación de campo, descriptivo de corte
transversal. La población analizada fue de 125 escolares y
adolescentes (57 de sexo masculino y 68 de sexo femenino) con
edades comprendidas entre 7 y 15 años, todos pertenecientes a
una institución educativa privada en Ambato (Ecuador), en un
lapso comprendido de seis meses
Los criterios de inclusión fueron escolar o adolescentes inscritos
en la institución educativa privada, autorización voluntaria y
escrita por los estudiantes y padres de familia (firma
consentimiento y asentimiento informado), tener la edad
comprendida entre 7-15 años y presentar criterio de adiposidad
central, entre los criterios de exclusión adolescentes
embarazadas y todos aquellos que no cumplan los criterios de
inclusión. La muestra se seleccionó aplicando muestreo censal,
de aquellos individuos que cumplieran con los criterios de
inclusión, resultado 71 estudiantes (26 de sexo masculino y 45
de sexo femenino).
Se realizó la medición de los dos parámetros antropométricos:
circunferencia de cintura (CCi) y circunferencia de cadera (CC),
mediante las pautas establecidas por la Organización mundial
de la salud (OMS). Para tomar dichas medidas se empleó una
cinta métrica inextensible y un bolígrafo, la circunferencia de