Velásquez M/ Enfermería Investiga, Investigación, Vinculación, Docencia y Gestión Vol. 8 No. 2 2023 (Abril – Junio)
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longeva, abarcan los errores de medicación y líquidos, el uso
inadecuado de dispositivos externos y los eventos
correspondientes a una práctica deficiente de las actividades
y procedimientos enfermeros, riesgos que los cuidadores
podrían eliminar cumpliendo a cabalidad con los protocolos
establecidos. Lo cierto es que la hospitalización, genera una
tendencia a la aparición de complicaciones y riesgos para la
tercera edad, los cuales no son producto de la enfermedad
base, como el aumento del riesgo de úlceras por presión, la
propensión a caídas, con secuelas físicas, emocionales y
socioeconómicas. Además, podrían aparecer infecciones
virales o bacterianas tromboembolismos y otros eventos
adversos que corresponden a la seguridad del paciente
durante la estancia hospitalaria (7).
Un alto porcentaje de las personas de la tercera edad,
requieren frecuentemente de los servicios en instituciones
sanitarias, lo cual los hace propensos a eventos adversos la
hospitalización, en su mayoría relacionados con la propia
atención. Aunque muchas de las casas de salud modernas
cuentan con equipos de alta tecnología, a veces los cuidados
están minados de costumbrismos, hábitos inadecuados y
falta de atención al detalle, que pueden significar grandes
riesgos para los usuarios, sobre todo para quienes superan
los 60 años, que pueden sufrir secuelas severas producto de
los descuidos a la seguridad. Para muchos un pequeño desliz
evitable, puede conducir un daño irreversible en la
funcionalidad del organismo y la pérdida total de la calidad de
vida de los últimos años del paciente (8).
Algunos de los riesgos muy frecuentes de los más longevos
durante la internación hospitalaria aluden a las caídas y
lesiones, producto del reposo en cama. De acuerdo con la
información pública de la Organización Mundial de la salud,
alrededor de 646 000 de muertes anuales se dan a causa de
este evento, teniendo como grupo etario más afectado a los
mayores de 65 años. De igual forma, estimaciones confirman
que al menos del 2 al 12% de estas personas será víctimas
de una caída en hospitalización, la mayoría de las veces
dentro de la habitación o en espacios cercanos a la cama (9).
Las personas de la tercera edad se exponen a factores de
riesgo intrínsecos y extrínsecos en la cotidianidad, los cuales
se exacerban con el internamiento, donde, las caídas, úlceras
por presión, reacciones adversas, errores en el accionar
profesional, de la mano con pérdida de autonomía,
abandono, largas temporadas de ingreso que dan como
resultado más oportunidades de que su seguridad, sea
quebrantada (10).
Precisamente, las investigaciones de la seguridad del
paciente y de las prácticas seguras con el fin de prevenirlos,
constituye una labor ardua y de alta complejidad; máxime
cuando se trata de grupos vulnerables como son los adultos
mayores. Ellos experimentan el peligro de sufrir situaciones
de inseguridad por diversos motivos. En repetidas ocasiones,
arriban al sistema hospitalario en condiciones de fragilidad
física y mental que deviene en vulnerabilidad a riesgos en la
atención e incluso del entorno (11).
Entonces, resulta indudable la urgencia de repensar los
modelos de atención, personalizarlos, perfeccionarlos, buscar
nuevas formas de hacer, donde primen la responsabilidad, la
calidad y la calidez del cuidado, lo cual repercutirá de manera
positiva en el desempeño de los profesionales de la salud y
por consiguiente, en la seguridad de los individuos a su
cargo. Para eso, la atención esmerada al anciano
hospitalizado debe orientarse hacia la prevención e
identificación de riesgos, que puedan agravar su estancia
durante la internación.
Gestión de riesgo y seguridad del paciente adulto mayor
hospitalizado
El personal de enfermería tiene grandes responsabilidades
en el proceso de atención, mucho más cuando se trata de
adultos mayores hospitalizados, quienes por lo general
presentan deterioro funcional y otras consecuencias que se
agravan con las hospitalizaciones largas. Es ahí donde los
profesionales del cuidado tienen su labor fundamental, en la
gestión de riesgo y seguridad del paciente.
Trabajar de conjunto como equipo en este tema, significa
crear una cultura sólida de seguridad del paciente, con miras
a incentivar el reporte oportuno de los incidentes adversos y
evitar que continúen minando la calidad y eficiencia de la
atención hospitalaria, a través de un perfeccionamiento
continuo. Lo anterior requiere de mantener la preparación en
seguridad del paciente, profundizar en la práctica y el estudio
del manejo de medicamentos, equipamiento médico, los
procedimientos y los riesgos. A ello se suma la gestión de
usuarios de la tercera edad con ingresos extensos para
prevenir las úlceras por presión, fomentar la aplicación
estricta de las medidas de bioseguridad, evitar las infecciones
nosocomiales, estimular el registro responsable de los
eventos adversos e impulsar el apoyo de los directivos
institucionales en el tema (7).
Una de las actividades reconocidas por los autores como
intrínsecas del rol de gestión del cuidado en Enfermería,
resulta la Gestión de Riesgos, un sistema laboral bien
organizado que se avoca a la identificación de riesgos
clínicos y su interpretación, que beneficia la adopción de
medidas de prevención, sustentadas en la evidencia, dirigidas
a impedir los daños a raíz de los riesgos relacionados con la
atención sanitaria (9).
Este sistema consta de varias etapas o pasos que inician con
el estudio proactivo de los riesgos, que tiene por meta
analizar las áreas, servicios, procesos e intervenciones,
susceptibles de eventos adversos, para transformar los
elementos causales. En este empeño, se emplea como
instrumento el Análisis Modal de Fallos y Efectos (AMFE). Es
una herramienta orientada a evaluar fallos potenciales en el
diseño y la prestación de servicios, para evitar que provoquen
efectos negativos en el paciente. Su fin último resulta evaluar
las maneras en que un servicio, procedimiento, producto o
acciones del personal pueden errar, determinar los niveles de
prioridad y por último medir los resultados de los cambios
aplicados al proceso o sistema. Dicho esto, el modelo es muy
útil para reducir riesgos en técnicas diagnósticas, procesos,
aparataje, procedimientos y protocolos (12).
Otra de las aristas de la gestión de riesgos en el área de
hospitalización que involucra a los adultos mayores, está en
la parte quirúrgica. Según varios autores, si se quiere ofrecer
seguridad al paciente, debe existir una sistematicidad en el
trabajo de selección, adiestramiento y estabilidad del
personal debidamente calificado, a la par de la promoción del
perfeccionamiento del ejercicio y la seguridad del entorno
hospitalario. De igual forma, consolidar los aspectos de la
administración del riesgo, referidos a intensificar el control
infeccioso, la utilización inocua de fármacos y equipos
clínicos, la vigilancia ambiental segura, complementados con
el saber científico. Además, asegurar el aviso de incidentes y
eventos adversos, mostrando entrenamiento y control activo,