Bedoya M/ Enfermería Investiga, Investigación, Vinculación, Docencia y Gestión Vol. 8 No. 4 2024 (Diciembre - Enero)
25
no soy perfecta, que a veces me equivoco, que cuando sea así
que él me haga presente o me llama a mí, pasa esto, no me
gusta eso o cosas así. Es hermoso, es hermoso saber que él
siempre va a estar contigo, claro en la manera que tú lo sepas
criar. (Jennifer)
En el límite del espectro aparece entonces la mala madre,
aquella que por decisión o por omisión transgrede el mandato de
maternidad idealizada, incumpliendo el sacrificio y replanteando
críticamente la idea de omnipotencia y carga resignada. Estas
formas de maternar generan disidencias en las formas de asumir
este lugar social y son objeto de estigmatización y señalamiento.
***
Azucena, profesional de la salud que reside en Atuntaqui, en la
provincia de Imbabura, casada, madre de un hijo, participante
activa de un colectivo feminista que defiende los derechos
sexuales y reproductivos, de religión católica, independiente
económicamente, manifiesta: La maternidad (…) no es como
nos la pintan. Yo mi primer bebé lo tuve a los 30 años, ya
profesional, con trabajo, con una pareja estable, independencia
económica (…) fueron viniendo problemas y la situación
maternal a veces no es como la creemos o nos la hacen creer
DISCUSIÓN
Las narrativas de maternidad anteriormente señaladas plantean
a las mujeres una serie de tensiones por las que transitan y que
tienen efecto en sus decisiones sobre la vivencia de su
sexualidad y sus posibilidades reproductivas, que a la vez
permean las prácticas de atención y cuidado, así como el
respeto y/o la vulneración de los derechos sexuales y
reproductivos. Específicamente para la investigación que da
origen a este artículo, son asuntos que tensionan las trayectorias
de cuidado de las participantes y su decisión de interrumpir
voluntariamente la gestación, en un contexto sancionatorio y con
regulaciones aún conservadoras como el ecuatoriano. Identificar
estas tensiones es importante porque permite “desesencializar”
los discursos hegemónicos que sostienen formas reificadas en
torno a las decisiones sexuales y reproductivas, reconociendo
los matices desde las experiencias de las mujeres, con sus
coexistencias y contradicciones.
Una primera tensión que aparece en el mandato cultural es el
despojo de sí. Para Hubert, Mauss (19) y Swigart (20), la
dedicación del sujeto hacia un otro sagrado implica un ajuste o
cambio moral, que, en el caso de las mujeres en su maternar, se
expresa en consagrar a sus hijos e hijas, tornándolos sujetos de
veneración, culto y privilegio. La madre cede su lugar, se
convierte en instrumento y la maternidad se torna en ejercicio
sacrificial, pero también en sufrimiento culposo. El sacrificio
constituye una bendición divina, que constituye el valor moral
más elevado e incluso la perfecta expresión de la propia bondad
(10), en tensión permanente con la incertidumbre y la culpa por
la inminencia del error o el desvío en la tarea.
Siguiendo a Lagarde (9), esta situación se amplifica si se tiene
en cuenta que las actividades de reproducción social de la
madresposa no son reconocidas y no dispone de remuneración
económica salarial, aunque su trabajo sea el de mantener y
preservar la vida de los otros. Las maternidades se complejizan,
porque muchas veces el maternar se vive sin redes de apoyo
suficientes o que estando presentes no hacen parte de la labor,
en contextos donde la crianza y el cuidado son asuntos
fuertemente generizados y la presencia de la madre es
irrenunciable al cuidado de los hijos.
En muchos relatos de las participantes, la madre no es sujeto de
la maternidad sino objeto de esta; es decir, la mujer madre es un
instrumento, un medio de vida y cuidado para otro ser, que es
despojada y se despoja de sí misma. Lonzi (7) refiere que a las
mujeres se las ha formado para el cuidado del cuerpo como del
espíritu del hijo o de la hija, en procesos de socialización en los
que se encarna la obligación y el amor incondicional como
identidad univoca de la maternidad. Desde esta perspectiva la
maternidad es difícilmente compatible con las aspiraciones
propias, y el sacrificio de sí mismas es necesario para preservar
la vida de un otro, regalo divino que debe ser aceptado con
resignación (21). Vivas (22) plantea, que más allá de la
dimensión biológica derivada de la potencialidad de la
reproducción, la maternidad se ha consolidado en un medio
social, histórico y cultural que la moldea y sostiene, bajo
parámetros de abnegación y sacrificialidad, fuertemente
alimentados por una moral de orden religioso, cuya imagen de
referencia es la virgen María en su connotación de madre y en
su expresión de fecundidad y cuidado.
Una segunda tensión tiene que ver con la yuxtaposición entre
despojo y omnipotencia. Rosero (23) menciona la existencia de
los criterios de "buena" y "mala" madre, generando de ahí la
ideología de la madre omnipotente. Este modelo de madre es la
más preponderante, idealizada y perfecta, cuyos cuidados
dirigidos al hijo y familia son únicos e inequívocos. Las mujeres
hacen de su deseo de maternar un referente histórico, en el que
encuentran su meta y sentido de vida. Es decir, la razón de dar
todo por Otro pareciera ser esencial en la relación madre-hijo,
llegando a satisfacer los deseos más íntimos como el de
amamantar, acariciar y otorgar un cuidado excepcional y
privilegiado.
Por consiguiente, la maternidad, al tiempo que implica un
sacrificio y un despojo de sí, se transforma en una pretensión de
omnipotencia. La abnegación y consagración vuelve a las
mujeres poderosas en dicho rol, pero solo en dicho rol (24-25),
por ello cuando las mujeres se expresan indiferentes ante el
hecho de tener o no hijos, esto conlleva al señalamiento de
incapacidad para llevar a cabo la tarea, y no a la libertad de
decisión. Incluso, como lo vimos anteriormente, las participantes
que expresan su filiación ideológica y militante con el feminismo
manifiestan su aplazamiento de la maternidad por no sentirse
preparadas para tan engrandecida responsabilidad, en la que no
solo entran en juego condiciones económicas, sino otras que
tocan con lo emocional y lo moral. En la totalidad de los relatos
de las participantes encontramos que la decisión de abortar, más
que sustentarse en una decisión libre y autónoma frente al
maternar, responde a un aplazamiento. En este sentido se
produce una doble carga, porque no solo se experimenta la
sanción social frente a la decisión del aborto, sino que además
se experimenta un auto sanción por no lograr aún las
competencias maternales esperadas.
A este respecto, es interesante el recorrido histórico de las
representaciones sobre la maternidad que hace Rosero (23),
donde da cuenta que la noción de la madre omnipotente está
asociada con el impacto de su actividad materna en su resultado,
el hijo o la hija, de tal modo que cualquier manifestación positiva
en este es producto de la omnipotencia de la madre para
construir la vida del hijo. La postergación de la maternidad es la
respuesta a la magnitud de lo que ello representa para las
mujeres, ese camino omnipotente desde el nacimiento hasta que