Vásquez T/ Enfermería Investiga Vol. 9 No. 2 2024 (Abril - Junio)
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one symptom as a sequela, demonstrating the
damage caused to the health of patients in the
province. This emphasizes the need to strengthen
public policies, research, follow-up, rehabilitation and
treatment for patients with prolonged COVID-19.
Keywords: Post-Acute COVID-19 Syndrome, long-
covid, functional status.
INTRODUCCIÓN
El COVID-19 prolongado puede afectar a varios
sistemas del cuerpo y causar una variedad de
síntomas que pueden afectar el estado funcional de
las personas. Según estudios muestran que, entre el
10 y el 15% de las personas infectadas podrían
desarrollar COVID persistente (1). La OMS definió el
“COVID prolongado como una afección posterior a la
COVID-19, también conocida como «COVID de larga
duración»”, hace referencia a la continuación o
desarrollo de nuevos síntomas, 3 meses después de
la infección inicial (2,3).
En septiembre de 2020, se confirmó oficialmente por
parte de la Organización Mundial de la Salud que
existen consecuencias prolongadas después de
contraer una infección por el virus SARS-CoV-2.
Posteriormente, en diciembre del mismo año, el
Instituto Nacional de Salud y Atención Excelencia del
Reino Unido desarrolló una guía destinada a abordar
y gestionar los impactos a largo plazo de la COVID-
19 (4).
El COVID-19 se manifiesta clínicamente a través de
diversos síntomas posteriores al proceso de
recuperación del paciente. Las personas más
vulnerables a esta enfermedad suelen ser adultos de
entre 30 y 79 años, y la tasa de mortalidad global es
del 2,3%. Sin embargo, el riesgo de complicaciones
graves y letalidad tienden a ser más altas en adultos
mayores, especialmente aquellos con enfermedades
crónicas (5).
La enfermedad del COVID-19 se caracteriza por una
fase inicial aguda, seguida de la posibilidad de
síntomas persistentes y secuelas a largo plazo.
Estas secuelas pueden afectar diversos sistemas del
cuerpo, como el respiratorio, cardiovascular,
neurológico, inmunológico, gastrointestinal, cutáneo,
renal y mental. Es importante destacar que los
procesos de estas secuelas aún están siendo
investigados y estudiados para comprender
completamente su naturaleza y manifestaciones (6).
La evidencia actual sugiere la persistencia de
secuelas a largo plazo después de haberse
recuperado de la infección inicial. Según un estudio
estadounidense que involucró a 274 pacientes post-
COVID-19 reveló secuelas como: tos 43%, fatiga
35% y disnea 29% como las más persistentes.
Además, se encontró que la edad avanzada y la
presencia de varias comorbilidades se relacionaron
con una recuperación más prolongada (7). En China,
1.733 individuos representando el 76% experimentó
secuelas, donde las más comunes incluyeron fatiga
63%, insomnio 26%, alopecia 22%, anosmia 11%,
ageusia 9% y dificultad en la movilidad 7% (8).
A pesar que los estudios en países latinoamericanos
son limitados, los resultados son similares a los
publicados internacionalmente, como lo refleja un
estudio sobre COVID-19 prolongado en adultos de
Latinoamérica, dónde se identificaron secuelas
como: fatiga, tos, disfunciones olfativas y gustativas,
debilidad muscular, encefalopatías, accidentes
cerebrovasculares, ansiedad, depresión, problemas
del sueño, atrofia muscular, debilidad, mialgia, dolor
articular, alteraciones del músculo esquelético como
las más comunes; otras secuelas descritas han sido
alteraciones cardiovasculares, problemas
trombóticos, complicaciones psicológicas, respuesta
inmunitaria alterada, y alteraciones gastrointestinales
persistentes (9).
En Ecuador, existen pocos estudios que abordan el
impacto del COVID-19 persistente desde la
perspectiva de las personas afectadas. De acuerdo
con González (10) en estudios realizados durante el
año 2022, la fatiga fue el síntoma más común de
COVID-19 prolongado en un 67,3% de los pacientes.
Otros síntomas usuales incluyeron dolor de cabeza
45,2%, dolor corporal 42,3% y trastornos del sueño
36,5%. Segun Abata et al. (11) las principales
secuelas fueron respiratorias 36,36 %, fibrosis
pulmonar 27,98 %y la dificultad respiratoria 22,38 %.
Se encontró que un 51,05% de los pacientes,
mantuvieron las secuelas durante un período de uno
a tres meses, mientras que el 11,89% no presentó
secuelas tras la recuperación.
En el caso de la provincia de Imbabura son limitados
los estudios sobre COVID-19 prolongado; sin
embargo, recientemente un estudio realizado por
Santander & Valle (12) en Otavalo sobre las
secuelas post COVID en adultos hospitalizados con
diagnóstico de COVID-19, evidenció secuelas como:
disnea, fatiga, tos, depresión, parestesias, anosmia,
dolor torácico, cefalea, entre otras. La mayoría de las
investigaciones se centran en la etapa aguda de la
enfermedad, pero no abordan las secuelas que
experimentaron o están experimentando los
pacientes después de superar la infección.
Según lo expuesto previamente, existen diversos
factores relacionados con los pacientes que pueden
contribuir al desarrollo de COVID-19 prolongado, lo
cual incluye aquellos individuos que han requerido
cuidados intensivos, personas que no se han
vacunado o que mantienen esquemas de
vacunación incompletos, aquellos que presentaron
condiciones médicas subyacentes antes de contraer
COVID-19 y aquellos quienes han experimentado
síndrome inflamatorio multisistémico durante o
después de la infección por el virus (13).
A pesar de los esfuerzos del Ecuador por
implementar políticas, acciones asistenciales y
terapéuticas que aborden a los pacientes con
COVID-19 prolongado, continúa existiendo falta de